Verdad

Camilo González Pacheco

La verdad está de moda en Colombia. La piden por toda parte, todos y todas. En especial, la relacionada con trascendentales aspectos históricos de violencia, dolor y muerte que han acompañado al país por varias décadas. La verdad, donde coincidan las afirmaciones con los hechos. En busca de consolidar paz estable y duradera.
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Obvio, que dichos relatos de guerra son de por sí, dolorosos e indignantes. Levantarán borrascosas tormentas periodísticas y gubernamentales. Para la muestra un reciente botón, la  aseveración realizada por el Senador del partido Farc, Carlos Antonio Lozada esta semana en entrevista con El Espectador y que causa estupor y escalofrío: “Yo ejecuté la orden de asesinar a Álvaro Gómez”.

Esta tenebrosa revelación, tiene mucho de largo como de ancho. Desató desde ya, cuestionamientos y condenas que podrían amenazar la continuidad de la misma confesión y torpedear el proceso. Sin embargo, parte del compromiso de decir la verdad. Reafirma el cumplimiento del Acuerdo de Paz suscrito por la vetusta y desaparecida organización guerrillera de contar los hechos como fueron, y por otra, en seguir avanzando en consolidar una paz duradera para el país, conociendo la verdad. Pero no, una verdad formal y nebulosa, sino una verdad verdadera, objetiva y real. Dolorosa, claro está.

Una verdad completa, por cuanto ya lo han afirmado clásicos politólogos universales, que en estos eventos no hay peor mentira, que una verdad a medias. 

Desde la orilla, del partido Farc, lo tienen claro. Afortunadamente. Bien lo sostuvo Rodrigo Londoño, al considerar imperioso el conocimiento de la verdad. No sólo la verdad de ellos,  sino “de todos los actores, toda la verdad”. Así también, lo enunció Lozada, desde esa misma orilla política: “Avanzamos en dar verdad... para que la verdad sea completa… Ojalá nos escuchen”. Ojalá pueda y ojalá lo escuchen. Tiene mucho que contar. Obvio, el país se conmoverá con estos funestos relatos, pero el compromiso parte de que Colombia conozca la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Así de sencillo, para un asunto tan complejo.

Lo anterior, en procura de lograr entre otros objetivos, afianzar la convivencia pacífica y con ello alcanzar la mayor satisfacción posible de los derechos de las víctimas del conflicto armado. De esta manera, seguir avanzando hacia la conquista de esta evasiva, pero necesaria paz, que aún hoy desde la Casa de Nariño, algunos siniestros personajes buscan con desespero hacer trizas, azuzando en el fondo  una superada, inútil y cruel política de confrontación.

La verdad tiene un precio y las partes del conflicto, deben arrogarse el costo de asumirla. Sobre todo, por el bien de la paz, y de la propia y auténtica verdad. 

CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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