Las vulgares delincuentes

Darío Ortiz

Como ya se está volviendo costumbre tras cada protesta y cada marcha, las imágenes de vandalismo, la aparición del ESMAD y los trinos de los funcionarios públicos, son la noticia principal que opaca y oculta las razones, muchas veces justas, de las protestas sociales. No ha terminado el día de la protesta y saturan los espacios de los medios reproduciendo los excesos de los manifestantes y las declaraciones oficiales, que es de lo único que siguen hablando en los días siguientes. El emblemático y necesario 8M no es la excepción; con el recurrente apelativo de “marcha empañada por el vandalismo”, reproducen y hasta celebran trinos tan desafortunados como el de Rafael Guarín, Consejero Presidencial para la Seguridad Nacional, que califica a las mujeres de “vulgares delincuentes”, como si un servidor público en ese cargo no tuviera nada más inteligente que decir.
PUBLICIDAD

Siempre el día termina con la aparición abrupta y exagerada del ESMAD, que con su amedrentadora presencia interviene agrediendo, fomentando el miedo, la violencia y creando una y otra vez caos entre quienes ejercen su legítimo derecho a la protesta pacífica; sin que nadie repare que una parte del origen de esas marchas y de los cantos que entonan, como ese de “la Policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, son producto de los excesos policiacos. Excesos reflejados en el informe “Bolillo, Dios y Patria” que registraba más de 40 mil actos de violencia de la fuerza pública contra civiles desarmados en tan sólo tres años, con 639 homicidios y 241 delitos sexuales incluidos, basados en datos de fuentes gubernamentales. Así que cuando el mayor temor de una joven es que la Policía la suba a una patrulla o la lleve a un CAI, creer que la solución es la fuerza, no sólo está equivocado, sino es estúpido. 

Las marchas, aunque algunas veces alegres y folclóricas, no son una fiesta; tienen poderosas razones sociales para existir y las del 8M son innegablemente justas. Las jóvenes que marchan en Colombia no quieren tener miedo de la Policía, ni de salir de noche o de estar solas; porque es ante todo una marcha por el respeto a ser, por el derecho a gozar de la tranquilidad, que por ser mujeres no tienen. Ríos de estudios y estadísticas muestran los resultados de una discriminación histórica, de su fragilidad laboral, social y física ante una cultura, donde el abuso de la fuerza y del poder contra ellas, se da desde las altas esferas del estado hasta el seno mismo de las familias. No es una marcha de celebración por lo que han logrado, sino una marcha por lo que se les niega: igualdad de oportunidades, salarios justos, derecho a renunciar a la maternidad, crianza compartida de los hijos, derecho a una sexualidad no reprimida y a elegir, en últimas, su destino sin correr peligro. 

Según la Comisión Mujer, cada 30 minutos una mujer sufre violencia sexual en Colombia, se reportan más de 500 feminicidios al año y Medicina legal hace más de 25 mil exámenes por abuso sexual anualmente; y eso que muchos miles no son denunciados. Razones que justifican marchas, rabias y resentimientos que quedan ocultas siempre, porque en este país maniqueo se impactan por las acciones vandálicas de un día de protestas, pero ni se sonrojan por los crímenes y abusos que ellas padecen el resto del año.

 

DARÍO ORTIZ

Comentarios