Desobediencia Civil

Darío Ortiz

Millones de jóvenes colombianos que desde el 28 de abril han llenado las calles, de manera principalmente pacífica, han desconocido tanto la medida cautelar del tribunal de Cundinamarca que ordenó aplazar las marchas, como los pedidos del Presidente de la República y los diferentes toques de queda de los alcaldes, dando una clase ejemplar de desobediencia civil.
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Incluso en numerosas oportunidades han enfrentado a las fuerzas del estado a quienes les han ordenado disolver las manifestaciones a punta de represión y violencia creando un verdadero régimen del terror. Cientos han sido heridos, detenidos y un numero indeterminado han sido asesinados en estos días de protestas, pero ellos siguen allí, en medio de un paro al que se han sumado la minga indígena, algunos transportadores, camioneros y otras fuerzas vivas de la nación. 

La desobediencia civil fue planteada inicialmente por el escritor norteamericano Henry David Thoreau a mediados del siglo XIX y desarrollada por pensadores como Norberto Bobbio y Jürgen Habermas. Thoreau planteó el derecho a la desobediencia civil ya que todo Estado debía entender que su poder emanaba del individuo, cuya conciencia solo lo podía obligar a obedecer leyes y órdenes justas.  Las republicas dicen representar la voluntad del pueblo pero solo representan el interés de la minoría más influyente y usan la fuerza contra cualquier objeción o disidencia. Pero no hay razones legítimas para obedecer un gobierno injusto. 

La desobediencia civil se enmarca dentro de la democracia y su transgresión a la norma y al poder no busca una revolución, sino lograr cambios acordes a los intereses colectivos. Así que no corresponde a un partido político, ni a una ideología, ni a una conspiración terrorista como quieren hacerla ver para justificar los crímenes, sino a una suma de voluntades individuales que por motivos morales se resisten ante lo que consideran injusto, tiránico o arbitrario.

Así que esos colombianos que con su desobediencia civil salen a hacerse escuchar, transgrediendo códigos de policía, decretos de alcaldes y sentencias de un tribunal, le están recordando al estado de dónde emana su poder. Y de la misma manera como obligaron al presidente a retirar el adefesio de su reforma tributaria e hicieron renunciar al ministro Carrasquilla, van ahora por el proyecto de la reforma a la salud, la urgente reforma a la policía, el respeto a los acuerdos de paz, y urgente cese de la represión sangrienta, única respuesta que ha tenido el inepto gobierno Duque ante el creciente descontento popular.  

Mientras nuestra gente clama por el asesinato de jóvenes como Santiago Murillo o Nicolás Guerrero, transmitido en vivo ante cien mil espectadores, la dirigencia política regional hace agua, y no opina sino para meter las patas, decretar absurdos, defender las arbitrariedades y pensar en votos y componendas. Por cierto, ¿Ya estarán Ferro, el defensor de la reforma tributaria, y los demás congresistas legislando desde Miami, corriendo por sus vacunas, mientras los comunes mueren de hambre y Covid? Por legisladores como ellos también se justifica la desobediencia civil. 

DARÍO ORTIZ

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