Ni una línea de twitter

Darío Ortiz

El martes pasado, un joven desquiciado disparó en una escuela primaria en Texas matando a 19 menores y a tres adultos, un hecho terrible que se suma a una larga lista de tragedias similares e inexplicables en las escuelas norteamericanas. Pocos minutos después el presidente Iván Duque, que para variar se encontraba de gira, lamentó la masacre en Texas a través de su cuenta de Twitter.
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Casi simultáneamente, desconocidos masacraron a cuatro miembros de una familia en el municipio de Chaparral. Entre ellos estaba la lideresa Elizabeth Mendoza, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda y su hijo menor de edad. Se desconoce el motivo de esos asesinatos, pero según Indepaz es la masacre 44 de este año, convirtiendo a Elizabeth en la líder asesinada número 79. Desde la firma del Acuerdo de Paz 1306 activistas sociales han sido asesinados. Y del año 2015 al 2020, murieron de forma violenta 11373 menores de edad, sólo en el primer trimestre de este año han sido asesinados 163 menores.

Por supuesto, de esas muertes en el Tolima, como de los otros miles de jóvenes asesinados durante su gobierno, bastantes por la misma fuerza pública, el presidente Duque no les ha dedicado ni una línea de twitter, y seguro ni un minuto de su tiempo. Esa indiferencia e insensibilidad con lo que pasa en su propio país, mientras está dispuesto a llorar por las víctimas de otras naciones, no es un defecto de Duque, sino de quienes nos han gobernado durante décadas. Una clara muestra de nuestra clase dirigente, con los negocios en Colombia, los intereses y el dinero en el extranjero, gobernando con y para un pequeño grupo de amigos cercanos y viendo los problemas del país como una bruma distante y lejana que no vale la pena ni pensar. 

El reinado de Duque afortunadamente termina pronto y el próximo domingo tenemos opciones de variados matices para cambiar de rumbo. Su legado es el aumento del desempleo y la pobreza, un debilitamiento de la separación de poderes, una cooptación de los organismos de control, el crecimiento de la deuda externa, un acuerdo de paz casi hecho trizas como prometieron, una violencia en aumento y un país dividido y exhausto del mal gobierno. 

Para solucionar esas dificultades los candidatos han hecho una suerte de promesas incumplibles, que se basan en repartir dinero a los menos favorecidos, sacar millones de empleos de la chistera de un mago, acabar la corrupción, y dar educación gratuita. Mientras sube Rodolfo, el candidato anticorrupción, con su proceso penal por corrupción andando, hemos visto a Petro liderar las encuestas con un programa liberal similar al de Fajardo que va perdiendo; y vemos a Fico, el candidato de la derecha que comenzó hablando de seguridad, tema en el que fracasó en su alcaldía al punto que su secretario de seguridad está preso por sus vínculos con el hampa, volverse casi socialista en los últimos debates busca votos como buen culebrero. 

Personalmente poco espero de ellos y dentro de lo poco que pediría al que gane, es que sea realmente solidario con nuestra gente en crisis y que le importen más nuestros problemas y muertos, que los ajenos.




 

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Darío Ortíz

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