Santos - Zuluaga

Conocidos los resultados de la primera vuelta en las elecciones presidenciales, las anheladas sorpresas electorales no ocurrieron. Los candidatos vencedores fueron los esperados. Los escándalos y agresiones mutuas que de parte y parte existieron; las grabaciones, videos, acusaciones y denuncias ante los organismos de investigación judicial, tuvieron, paradójicamente, un efecto adverso al esperado en el candidato implicado.

En cifras concretas, 3.759.971 votos, (29.25% de la votación total de los Colombianos que ejercieron este derecho), respaldaron la candidatura del Centro Democrático en cabeza de Óscar Iván Zuluaga. Por su parte 3.301.815 sufragios, (25.69%), obtuvo el Presidente-Candidato de la Unidad Nacional Juan Manuel Santos. El esperado “fenómeno político” de Enrique Peñalosa, no fue tal, como si lo fue el resultado de la izquierda representada por el Polo Democrático, a través de Clara López, quien obtuvo 1.958.414 votos (15.23%). Por su parte, el Partido Conservador, con Martha Lucia Ramírez, dio muestra de organización y disciplina política con la votación obtenida: 1.995.698 votos (15.52%).

Sin lugar a dudas, el gran vencedor de esta jornada electoral fue el Abstencionismo, el más alto de los últimos 20 años: 59.93%, lo que significa que el 40% de los Colombianos aptos para votar decidió sobre el 60% restante, abriendo nuevamente el debate sobre la necesidad de establecer el voto obligatorio para garantizar una mayor legitimidad a los resultados electorales, y la obligación que tenemos en nuestro país de madurar políticamente. Una pregunta necesaria surge: ¿Quiénes conforman esa franja mayoritaria de apáticos, abstemios e inconformes que permitieron nuevamente que la minoría eligiera sobre las mayorías?.

El segundo tiempo de este cotejo electoral será muy “entretenido”. Las energías de los candidatos estarán dirigidas no a las propuestas, que brillaron por su ausencia en el primer tiempo, sino a incentivar el voto de los abstencionistas y lograr consolidar alianzas circunstanciales con los partidos, en otrora contendientes, que permita garantizar, al menos desde el punto de vista matemático-electoral, el triunfo en las urnas, y el instrumento a utilizarse no será otro distinto que La paz. Paz o guerra, miedo o esperanza, justicia o impunidad. La discusión es mucho mas profunda y requiere una reflexión histórica respecto que es lo que queremos los Colombianos para nuestro futuro.

Concluyo citando el siguiente fragmento del libro “Pa que se acabe la vaina”, del maestro William Ospina:

“Tarde o temprano lo que era guerra aprenderá a ser dialogo, lo que era violencia aprenderá a ser exigencia y reclamo, lo que era silencio podrá convertirse en relato. (…)Todavía la vieja dirigencia y los nuevos poderes que han crecido en las últimas décadas quisieran repartirse a Colombia, y hasta sueñan con fanatizar de nuevo al país a favor de uno o del otro”.

Credito
CAMILO DELGADO HERRERA

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