¿Giro a la izquierda?

Camilo E Delgado Herrera

En Ibagué, donde una de las más “importantes medidas” para mejorar el tránsito y la movilidad fue prohibir los giros a la izquierda, sucedió algo que quizá no estaba en las cuentas electorales de muchos: triunfó la izquierda en las elecciones a la Alcaldía, o al menos esa parecería ser la primera lectura. Aunque el sarcasmo no hace parte de nuestro estilo como columnista, no podemos desconocer la gran expectativa que ha generado la llegada de Guillermo Alfonso Jaramillo al primer cargo, quien con el aval de un partido político desconocido en nuestra región, el Mais, logró derrotar las tradicionales maquinarias políticas, con 63 mil 575 votos.

Sin embargo el sorpresivo “giro a la izquierda” tiene múltiples explicaciones: una de ellas, quizá la más importante y representativa, es que mas allá del denominado “voto protesta” que muchos depositaron como reproche e indignación frente a los desatinos cometidos por la actual administración y que terminaron afectando a su candidato, nos muestra una tendencia electoral que en buena hora se consolida y va en aumento: el voto de opinión.

Aunque este concepto se ha convertido en algo así como el “tesoro perdido” de la política que todos quieren encontrar, el que muchos dicen tener pero que resulta difícil de cuantificar o definir, totalmente diferente al “voto clientelista”, es decir, aquel que se da con la promesa o ilusión de brindar un puesto o contrato, es claro que la llegada de un candidato de la talla y reputación de Jaramillo, quien desde el inicio de su corta campaña llegó hablando fuerte y pisando “callos”, generó que en poco más de cuatro meses derrotara históricas maquinarias electorales, llamando fuertemente la atención de diversos sectores como empresarios, profesionales, jóvenes, animalistas, ambientalistas, deportistas, adultos mayores, indígenas, población Lgbti, barristas del Deportes Tolima, pero, en especial, de los indecisos e inconformes que terminaron depositando su confianza en un candidato cuyo principal eje de campaña fue la lucha frontal contra la corrupción.

Para algunos resultará ilusoria nuestra afirmación; sin embargo, ¿de qué otra forma se explica que mientras otros candidatos llenaban todas las calles y barrios de la ciudad de vallas, avisos, pancartas y pasacalles hablando de megaobras como puentes, viaductos, circunvalares y teleféricos, con caravanas de miles de vehículos que “amablemente” aportaron su granito de arena para entorpecer más la ya caótica movilidad de Ibagué, invirtiendo millonarias sumas de dinero en publicidad, espacios radiales, prensa escrita y televisión, terminaran derrotados por una persona que acompañada siempre de su fiel compañero perruno y un pequeño grupo de colaboradores arrasara en las urnas siendo elegido Alcalde de la Capital Musical de Colombia?

Mas allá de la bizantina y fútil discusión de si ganó la izquierda o la derecha, esta elección nos deja una gran lección: en Ibagué sí se puede hacer política sin invertir grandes sumas de dinero ni contar con el apoyo de un importante partido, algo que nos llena de esperanza en que el voto de opinión se siga multiplicando, convirtiéndose en la mejor herramienta para combatir la corrupción y la mediocridad en la administración pública.

P.D. A propósito del título de esta columna, ¿en qué va el Setp de Ibagué? ¿Será que nos quedamos solo prohibiendo giros y cambiando busetas por busetones?

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