La alegría de piratear

Óscar Domínguez Giraldo

Otra historia de no te lo puedo creer: el periodista y novelista Gustavo Páez Escobar reveló que los piratas de obras tienen un insólito colega, Evangelista Quintana, reconocido como autor de la Alegría de Leer.

En su columna publicada en varios diarios, Páez comentó que el descubrimiento de la ligereza de don Evangelista se les debe a Vicente Pérez Silva, escritor, y a José Oliden Muñoz, historiador. La justicia cojea, como Navarro Wolf, pero llega.

La Alegría fue escrita en dueto con doña Susana, la “dulce enemiga” del educador. Familia que piratea unida…

Cuando supe del plagio, ganas tuve de olvidar las vocales y consonantes que aprendí en el kinder de Berlín-Aranjuez de la señorita Esilda, quien se inspiraba en el método Quintana para sacarnos del analfabetismo.

Finalmente, como me dio lidia aprendérmelas, decidí no borrar de mi disco duro las 28 letras – bueno, ahora son menos - porque juntando vocales y consonantes he levantado para los garbanzos.

Difícil ir por la vida sin la compañía de las primeras frases que aprendí en la Alegría: Olano une la lona; Ana le lee o Olano.

El señor Alzheimer que se permite sus licencias deja tatuados en la memoria otros textos como las entradas del Quijote, Cien años de soledad, La Vorágine. De allí no salen ni llamando a la policía.

Imposible olvidar la entrada del Génesis, el trino que no tiene desperdicio: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra”.

Claro que en adelante, me abstendré de chicanear con mi ejemplar de la Alegría. Tengo la opción de mostrar la Urbanidad de Carreño, otro clásico. (Clásico es el libro del que todos hablan sin haberlo leído. La frase es ajena. Hago la aclaración para que no me vayan a colgar el Inri de ser el Evangelista Quintana modelo 2019).

Hasta el momento nadie ha cuestionado la paternidad de la urbanidad, un benévolo ladrillo que ojalá no nos vaya a caer en el dedo gordo.

Reconforta saber que don Manuel Antonio Carreño no le robó el libro a nadie. Para escribirlo, acaso le robó tiempo a su condición de ministro de relaciones exteriores y de hacienda de Venezuela.

“Plugo al cielo” que otro jurásico clásico infantil, el catecismo del padre Astete, tampoco sea pirateado. He repetido que tengo el diploma que me entregó Nos Joaquín García Benítez, arzobispo de Medellín, porque sabía recitar de memoria a Astete, con preguntas y respuestas, cual aventajado loro teológico.

Las definiciones de Astete provocaban sacar pareja. Para cerrar la tienda, recuerdo la forma como explica la virginidad de María: “a la manera del rayo de sol que pasa por un cristal sin romperlo ni mancharlo”.

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