"La peste negra"

Como se sabe de acuerdo con lo que historia la historia, la pandemia más destructiva de Europa en toda su existencia como continente fue “la peste bubónica”, que la asoló entre los años 1346 y 1361, con una severidad tal que fue bautizada con el nombre de “peste negra o muerte negra”.

Una enfermedad propia de las ratas, pues pasa de roedor a roedor a través de las pulgas, así que si la pulga pica a una rata infectada y engulle el bacilo al chupar la sangre este queda en el intestino del parasitario insecto durante tres semanas y cuando pica a otro animal o a una persona, lo infecta al regurgitarlo, según me lo enseñaron en clase de biología por allá en octavo en San Simón (“gloria a ti claustro ilustre, del Tolima el más limpio blasón…”), o en tercero de bachillerato, como diría el Dr. Pablo Isaza M.D..

 

Añadiendo que el vector más común de esta infección es la rata negra o Raltus rattus, un animalito amigable con el hombre, de apariencia agradable y cubierto de una piel negra y brillante que, a diferencia de la rata marrón, que habita en las cloacas o establos, tiende a vivir en casas o barcos.

 

A pesar de la mala prensa que ha tenido esta peste, las infestaciones colectivas causadas por ella a lo largo de la historia no han sido muchas, apenas sí la de Justiniano en los años 540 al 590 después de Cristo, que, según se dice, llegó hasta Inglaterra; la “muerte negra” arriba mencionada; la conocida como “Gran Plaga” en la década de 1660, y una que comenzó en Asia en 1855 y causó muchas muertes en Cantón, Hong Kong y Rusia, llegando de nuevo hasta la Gran Bretaña en 1900, donde produjo “positivos verdaderos” a tutiplén en Glasgow, Cardiff y Liverpool.

 

Así que quién iba a pensar que tan terrible mal reapareciera aquí y ahora con parecida intensidad a la del pasado. ¡Si aquí y ahora en Ibagué, Tolima, en la Colombia de América del Sur, igual que antaño, otra vez con un roedor como vector, de aceptable figura como el Raltus rattus de siempre, sólo que un poco avejentado y con las cejas plateada pátina que dejan los años y cubierto de una piel otrora brillante que, a diferencia de sus congéneres castaños que habitan en las alcantarillas y otros ambientes insalubres, tiende a buscar “casas o barcos de narcos” como diría el poeta al resumir en versos el proceso 8.000.

 

Amenazando infestar a un conglomerado tan numeroso como dos campañas políticas y casi todo un partido y segar, de paso, las esperanzas de triunfo con las que ya contaban en sus faltriqueras los luises locales. Claro que ya en este siglo de la inteligencia que trasciende al de las luces, el remedio se tiene al alcance de la mano y no es otro que el aislamiento del transmisor del mal, impidiéndole su asistencia a manifestaciones o reuniones numerosas adonde pueda llevar su contagio; aislarlo y negar haber tenido cualquier contacto previo con él en el pasado, repitiéndolo por doquiera que aparezca.

Credito
DON SEVERO

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