Entre el Niño y la Niña

De acuerdo a las constantes comportamientos climáticos, caracterizados a veces por periodos de sequías prolongadas y en oportunidades por inviernos implacables, ambos generadores de desolación y catástrofe, de hambre y de muerte, de pérdidas irreparables y de efectos catastróficos, observamos con preocupación enorme que tal vez no estamos asumiendo con la responsabilidad debida el compromiso para atenuar estos profundos y dolorosos impactos.

Colombia debería tener una dependencia de alto rango gubernamental dedicada única y exclusivamente al tema del cambio climático. El Banco Mundial en su informe de Gestión de Riesgo, nos dice que nuestro país no está preparado para mitigar estos efectos.

Nos lamentamos de toda clase de hechos y asumimos sus efectos con una resignación que raya en el cinismo, y lo que vemos todos los días es un uso del territorio en donde la irresponsabilidad es la característica general: Deforestación, contaminación de las aguas, urbanización sin normas claras, minería sin control y una ausencia pedagógica que impide vincular efectivamente a las comunidades a este asunto fundamental.

La verdad es que no se han construido decisiones sostenibles frente a los riesgos y amenazas y el viejo anhelo de unas Corporaciones Autónomas Regionales, con capacidad técnica y purgadas de toda interferencia política, sigue siendo un postulado inalcanzable porque los poderes ocultos se atraviesan sin contemplación ni tregua a cualquier pretensión en ese sentido, lo que lleva a que el tema de reforma se asome siempre con tal timidez, que sucumbe estruendosamente frente a cualquier arremetida.

Por otro lado, las autoridades locales no se hacen sentir con la estructuración de planes y programas de contingencia, ni tampoco han estado en capacidad de organizar a las comunidades para inyectarles la información necesaria y suficiente que les permita actuar de manera responsable, oportuna y adecuada frente al tema, pues en lo ambiental todo el mundo tiene que tener su cuota de participación, si queremos un medio ambiente amigable y compatible con el bienestar ciudadano.

Pareciera que los fenómenos del Niño y de la Niña se hubieran quedado para siempre y nos hubiéramos resignado al lamento y al llanto, cada vez que uno de estos episodios aparece, sin percatarnos de que esa indiferencia hará que ellos sean cada vez más impactantes, más contundentes y más perturbadores.

Credito
EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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