Cuando Ibagué llegaba hasta la vara de El Salado

Ricardo Ferro

Hoy quiero hacerle un homenaje a algunas de las víctimas de nuestra amada ciudad de Ibagué, en el sector urbano y rural. Víctimas que después de varios años siguen clamando justicia.

El abogado, exdiputado y exrepresentante a la Cámara, Alfredo Pavón Peláez, fue secuestrado por las Farc . A los 91 años de edad fue sacado por la guerrilla de su casa ubicada en el predio El Danubio, a pocos metros de la actual cancha de fútbol del barrio Ricaurte.

Aunque su familia pagó una alta suma por su liberación, el señor Pavón jamás regresó al seno de su familia. Años después también le exigieron a la viuda plata para dar con el paradero de sus restos mortales, cosa que hasta la fecha no sucede. Don Alfredo Pavón Peláez es muy recordado en la capital tolimense. En predios suyos se construyó el barrio Piedra Pintada.

Uno de los comerciantes tradicionales y cívicos de Ibagué fue don Alfonso López R. En el local de la Segunda con Calle 13 miles de ibaguereños compraron su primer televisor y los electrodomésticos del hogar. Don Alfonso daba crédito y no exigía fiador.

La guerrilla secuestró a López R. en octubre de 1999 y lo asesinó tres meses después, arrancando el año 2000 en un paraje de Santa Isabel cuando nuestro glorioso Ejército intentó liberarlo.

En el mes de octubre del año 2001 tres policías muertos y dos más heridos dejó la cruenta incursión del frente 25 de la guerrilla de las Farc al corregimiento de San Bernardo. Desde esa fecha, es decir ya hace más de 16 años, no hay estación de Policía en esta querida zona de la capital tolimense.

A la lista de víctimas también se suman los hermanos Julio Cesar y Yezid Gonella, queridos empresarios y cultivadores de arroz que se resistieron a ser secuestrados y fueron asesinados a pocos metros de su finca. Días antes, en el seno de su hogar, habían acordado con sus padres y hermanos que en caso de ser secuestrados no pagarían un peso de rescate.

Fueron dos muertes que dolieron mucho entre los trabajadores y vecinos de la hacienda La Ceiba donde los hermanos Gonella fueron siempre amados y apreciados por su talante humanitario y social.

Que decir de la cruenta incursión de una columna de las Farc en Llanitos, Cañón del Combeima, donde con un ataque con cilindros bomba dieron muerte a dos soldados, causaron heridas a cuatro policías y tres civiles, destrozaron el cuartel de la Policía, el puerto de salud y causaron destrozos en ocho viviendas.

Antes de la seguridad democrática, la mayoría de ibaguereños solo llegábamos hasta la vara de El Salado. Estábamos presos en nuestra propia Ciudad. Lo mismo ocurría en la mayoría de capitales de Colombia.

En el gobierno de Álvaro Uribe, con el fortalecimiento de las fuerzas militares y de la Policía, las caravanas turísticas, el imperio de la ley y la recuperación de la confianza inversionista, los agricultores y ganaderos regresaron a sus fincas, los turistas pudieron volver a pasear y los ibaguereños pudimos salir de nuevo más allá de Chucuní.

Propongo a futuro, utilizando nuestro título de Capital Andina de los Derechos Humanos, que se retome la idea de crear un museo para recordar la memoria de las víctimas que partieron a la fuerza de este mundo soñando y trabajando por una Ibagué mejor.

Y hoy desde este espacio, así a muy pocos les cueste reconocerlo, como al columnista Iván Ramírez, digo con mayúsculas: ¡Gracias expresidente y senador Álvaro Uribe! Por habernos devuelto la seguridad y el país.

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