La mermelada

Gustavo Galvis Arenas

Está de moda en los círculos políticos y administrativos la mermelada. Pero no los agradables dulces que conocemos desde hace muchos años, sino que le dan a la mermelada un contenido político administrativo. Se ha convertido en un término peyorativo y la utilizan también como símbolo del poder. Pero no de aquel que describe en una de sus obras el señor Smith, sino las prebendas que otorgan y exigen algunos políticos, para apoyar un gobierno. Especialmente esta palabra la ha acuñado con entusiasmo el Centro Democrático, partido que curiosamente salió del liberalismo y se enquistó en los sectores de derecha.

Se les olvida a estos señores detractores que el poder se relaciona con las doctrinas que lo protegen, pero también tiene un ingrediente muy importante como es el de los seres humanos. Es decir, además de las ideas políticas el poder es “de carne y hueso”. La democracia representativa moderna surgió en Inglaterra con el sistema parlamentario. Allí, quien gana las elecciones parlamentarias inmediatamente llega al gobierno. La reina nombra primer ministro al jefe del partido que triunfe en las elecciones para la cámara de los comunes. Y llega al poder con todo su “combo”. Igual ocurre en Alemania y en todos los países en el que predomina el sistema parlamentario. No se trata de recibir “mermelada” sino que es el poder con toda su dimensión.

Igual ocurre en el Sistema Presidencial, ya sea en Estados Unidos o en cualquier otro país. Quien gana las elecciones llega al poder con todo su equipo. Otra cosa diferente es entregarle pequeños puestos a los parlamentarios para que aprueben determinada ley; eso es corrupción. Los problemas del señor Presidente de la República con el Congreso no son por ausencia de mermelada, sino que no entendió el fenómeno del poder. Por ejemplo, al Liberalismo no le dio participación destacada en el gobierno, y curiosamente, ni siquiera lo nombra. Este partido no necesita mermelada, sino participación democrática. Lo demás son entelequias para distraer la opinión y gobernar con un criterio discriminatorio. Para terminar debemos recordar que los programas y las doctrinas deben ir acompañados de seres de carne y hueso.

Comentarios