Vivir en varios mundos a la vez

En la película Media Noche en París, de Woody Allen, que se exhibe en los principales teatros, un escritor, aburrido de la banalidad de su prometida y la familia de ella, se refugia en las calles de París, donde encuentra una ventana al pasado que le permite convivir con los famosos artistas que hicieron de esa ciudad una fiesta ambulante en la segunda década del siglo pasado.

Cuando vuelve al presente, su entorno afectivo se desbarata a causa de la inconsistencia entre los mundos en los que habita. Finalmente, encuentra la manera de conciliar el presente con el pasado gracias a una joven anticuaria que comparte su gusto por la música de Cole Porter y camina con él en París bajo la lluvia.

Alguien muy astuto me hizo ver que los colombianos tenemos esa capacidad de habitar en varios mundos a la vez y de refugiarnos en el pasado, o en concepciones del mundo que son artificiales y no completamente coherentes. El Procurador, por ejemplo, quiere reinstaurar el Santo Oficio, con la colaboración del Partido Conservador y de jerarcas de la iglesia católica colombiana, en alianza con “herejes e infieles”, para sacar a la mujer colombiana del siglo XXI y conciliar su presente con el pasado. Un Ernesto Samper más joven vive en otro tiempo, antes de haber sido presidente, o en otro sitio donde no lo fue, y quiere refundar el partido liberal que él contribuyó a destruir.

Los indígenas de Cauca se hallan en el siglo XVIII, pero protegidos por la Constitución de 1991. Las FARC quedaron atrapadas en una cápsula del tiempo, pero con acceso a la telefonía satelital, al Internet y a letales tecnologías de destrucción. Su feroz adversario, el expresidente Uribe, probablemente se encuentra en una época anterior, pero se comunica con la actualidad vía Twitter. Los emigrantes colombianos oyen a “Julito” todas las mañanas, como si no se hubieran ido y como si él tampoco lo hubiera hecho. Hay señoras del Country Club de Bogotá que creen que este queda en Miami y por eso detestan a Enrique Peñalosa, que se lo quería llevar para Bogotá.

El don del escapismo es lo que permite que en Colombia se le dé vuelta a los asuntos, como en el caso de Valerie Domínguez, que ahora resulta ser la única acusada por un supuesto crimen que aparentemente no cometió, pero que quisieron llevar a cabo los que han pactado con la Fiscalía una fórmula para salir libres a cambio de acusarla. La gente no cuestiona esta incongruencia o la mayoría de las inconsistencias en la vida nacional que suceden por esa misma razón.

Es asombroso que un líder de la campaña contra el aborto haya usufructuado de alguna forma el motel Residencias Las Pirámides, en Cali, que Estupefacientes puso convenientemente en manos de un primo suyo, o se muestre intolerante con los gays y benevolente con los violadores de niños. Es inexplicable que el país haya sido azotado por el más cruel invierno, que se haya puesto a alguien muy capaz al frente de la reconstrucción, y que ocho meses después no se le haya dotado de los medios para adelantarla. También sorprende que siendo la agricultura uno de los sectores críticos para promover crecimiento no se asigne 100 o 200 millones de dólares para construir la infraestructura que permitiría que en los Llanos Orientales se produzca la comida que hoy se importa, y sobre para exportar. Al parecer, los burócratas que deben asignar estos recursos viven en Wall Street. Hay que avisarles que ya estamos en agosto de 2011.

Colprensa

Credito
RUDOLF HOMMES

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