La unión ¿para qué?

El gobierno de Santos goza de una popularidad sin precedentes y cuenta con el apoyo mayoritario y casi unánime de los colombianos.

La simpatía que ha conseguido posiblemente no la ha tenido ningún otro gobierno desde el de Alberto Lleras. Pero el 81 por ciento de popularidad que tiene el Presidente y el apoyo político que ha mantenido durante su gobierno no le han servido para mover sus proyectos en el Congreso, hacer obras o actuar con seguridad. Da vueltas aparentemente innecesarias para llegar adonde quiere y cuando lo consigue ha desperdiciado recursos, ideas y personas sin razón evidente.

Por ejemplo, el trato que se le ha dado al fuero militar ha sido sorprendente. El intento de revivir el fuero apareció primero como un mico en el proyecto de ley de reforma a la justicia, que fue inmediatamente acogido con entusiasmo por la plana mayor del Gobierno. Esto hizo pensar que el Gobierno lo había propiciado, lo que sorprendió pero no alcanzó a suscitar oposición. El jefe del liberalismo y otros líderes objetaron que se incluyera en la ley de reforma a la justicia, recomendación que al parecer fue acogida sin mayor discusión.

Si el Gobierno está convencido, como parece estarlo, de la conveniencia del fuero, lo indicado hubiera sido que lo hubiera hecho de frente porque lo que ha hecho ha sido dejar claro que no está comprometido con el cambio. Se malgastaron recursos, se dio la pela en vano, se crearon expectativas para frustrarlas a renglón seguido y si vuelven a intentarlo se van a encontrar con una oposición cerrada que no alcanzó a manifestarse.

Cuando el general Matamoros expresó su incomodidad sobre la organización del alto mando y sobre el trato que reciben los oficiales en los tribunales, el Gobierno lo puso de paticas en la calle, pero procedió casi inmediatamente a hacer todo lo que el general hubiera querido que se hiciera. Es posible que pasarlo a calificar servicios era necesario para establecer quién es el jefe y que no son los generales los que mandan, pero si estaban de acuerdo con lo que él solicitaba y solamente les molestaba la forma, es posible que se hubiera encontrado la manera de disciplinarlo sin haber tenido que sacrificar a uno de los mejores oficiales del Ejército.

El manejo del proyecto de reforma de la justicia también ha sido desconcertante, porque no se sabe muy bien para qué lo presentaron, y esta incertidumbre ha ido creciendo a medida que avanza su discusión y se logran acuerdos con las altas cortes, que parecen más motivadas por el clientelismo y por otras razones que por el enaltecimiento de la justicia. Si había algo que gustaba en este proyecto de ley era que se iba a prescindir del Consejo Superior de la Judicatura, organismo que ha sido un lunar y un foco de corrupción del sector. También se había anunciado la reglamentación de la tutela. La tutela quedó incólume y el Consejo fortalecido con mandato para hacer y deshacer. Se introdujo lo que querían los legisladores para que no los moleste la justicia cuando hagan pilatunas. Como en el caso de la reforma al régimen de regalías, lo único que va a quedar del proyecto original va a ser el título.

Al parecer, la unidad nacional no es una alianza para mover los proyectos del Gobierno, sino un foro para manejar a puerta cerrada lo que posiblemente sería mejor hacer en público. La unión, en lugar de ayudar a que se hagan las cosas eficientemente, es la razón por la que no se llevan a cabo como están concebidas y fueron anunciadas.

Colprensa


Credito
RUDOLF HOMMES

Comentarios