Las ciudades sin rumbo

Los años van pasando y los ciudadanos observan con marcada frustración que sus líderes públicos hablan de los mismos proyectos debatidos hace 10, 20 o 30 años, pero para los cuales no existen soportes técnicos que permitan su estructuración y ejecución.

Todas estas incertidumbres que está padeciendo Bogotá con su sistema de transporte público, en donde un día se habla de un proyecto y al día siguiente de otro completamente diferente, sin que se atine a descifrar qué es realmente lo que conviene para atender las angustias de sus habitantes, no es otra cosa que el drama que viven todas las ciudades colombianas por la falta de una planeación bien concebida y debidamente asistida.

El Gobierno nacional debería crear un organismo encargado de asesorar a las ciudades colombianas, para que estructuren sus planes de desarrollo de largo plazo, de tal manera que los gobernantes de turno encuentren una carta de navegación que indique el rumbo seguro para las inversiones respectivas.

Lo que acostumbramos observar cada vez que inician su periodo los alcaldes, es una avalancha de propuestas que varían de acuerdo con el debate público y que no encuentran eco en organismos de financiación, porque su estructura es débil y en la mayoría de los casos no obedece a soluciones adecuadas para los problemas que se padecen.

Los años van pasando y los ciudadanos observan con marcada frustración que sus líderes públicos hablan de los mismos proyectos debatidos hace 10, 20 o 30 años, pero para los cuales no existen soportes técnicos que permitan su estructuración y ejecución.

Es un esquema que tiene que desterrarse del manejo de las ciudades, pues las gentes no saben nunca qué es realmente lo que se debe acometer, mientras los problemas adquieren toda clase de dimensiones negativas, en donde su solución se hace cada vez más distante en el tiempo y costosa en su atención.

Este esquema atávico que observamos, no lo podemos calificar de otra forma que una irresponsabilidad monumental que se repite a través de los años en medio de la impunidad total, en donde los oportunistas son los que se aprovechan siempre del desorden y el caos acostumbrados.

Nadie puede llegar a entender que un día se nos hable de una cosa y al otro día de una muy distinta, mientras se distrae a la opinión y el tiempo pasa sin que se haga nada.

El Gobierno nacional tiene la palabra en este sentido, pues le corresponde organizar a sus regiones y aterrizarlas para que sus líderes cumplan sus compromisos y atiendan los verdaderos intereses ciudadanos.


Colprensa

Credito
RUDOLF HOMMES *

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