Peleando por mendrugos

Un proyecto de ley promovido por Juan Lozano y aprobado por el Congreso que hubiera favorecido al Museo de Arte Moderno de Bogotá con aportes del presupuesto nacional en los años siguientes por un valor algo superior a veinte millones de dólares desató polémica e impidió que se le diera al museo ese aporte de capital con el que se buscaba garantizar su sostenibilidad financiera del museo.

Un proyecto de ley promovido por Juan Lozano y aprobado por el Congreso que hubiera favorecido al Museo de Arte Moderno de Bogotá con aportes del presupuesto nacional en los años siguientes por un valor algo superior a veinte millones de dólares desató polémica e impidió que se le diera al museo ese aporte de capital con el que se buscaba garantizar su sostenibilidad financiera del museo, aunque no representa sino una fracción del valor de su patrimonio artístico. 

En este patrimonio, que ha sido acumulado con gran esfuerzo en muchos años gracias a la dedicación de su directora, está su sede y 3.600 obras de arte de los más destacados artistas nacionales y de grandes artistas extranjeros que fueron mostradas hace poco en una maravillosa exhibición. 

Gran parte del debate promovido por Arcadia en contra del apoyo que hubiera recibido el museo se basaba en que es privado. Aunque tiene origen privado, es un bien público. Este carácter híbrido se formalizó con la decisión del gobierno nacional de pertenecer a la junta directiva del Mambo con voz y voto y la designación de dos delegados del ministerio de Cultura a dicha junta (Resolución No. 1832 de 2011 del Ministerio de Cultura) y siempre lo ha reconocido el gobierno. Por eso ha contado tradicionalmente con su apoyo. 

Lo que se logró con esta controversia no solamente fue haberle quitado al Mambo esa plata. También la perdió el sector cultural. Lo deseable hubiera sido no suprimir el aporte sino, dividirlo entre el Mambo y entre todos los museos del país por pedacitos, o hasta dárselo al Museo Nacional que quiere desterrar al colegio Mayor de Cundinamarca. Le cambiaron a la ministra de Cultura una suma importante por un difuso Conpes, y el establecimiento cultural quedó dichoso por haber privado a alguien de algo que todos deseaban. 

Este episodio puso en evidencia la mezquindad y la pobreza del ambiente de la cultura. Los ochenta mil millones de pesos con los que cuenta el ministerio para promover cultura son una miseria. 

Aunque “el objeto de las artes no es crear empleo e ingreso sino ayudar a comunicar en distintas formas en que consiste ser humanos…”, como dice un relator cultural del Hufington Post, el impacto económico del gasto en arte no se puede despreciar ni percibir como un desperdicio. 
Un reciente estudio de Americans for the Arts, una fundación basada en Washington, calcula que de los USD$135,200 millones que gasta ese país en las artes, 45 por ciento proviene de ONGs privadas y de instituciones públicas, y el 55 por ciento restante de los espectadores. Este gasto sostiene 4.1 millones de empleos, le produce ingresos de USD$ 86.700 millones a las unidades familiares y USD$22.300 millones al gobierno central y a los gobiernos locales (Arts and Economic Prosperity IV, 2013). El gasto en cultura es “gana-gana”, pero hay que ir por la carne, y no negarle mendrugos a los colegas.

Credito
RUDOLF HOMMES

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