Adicción a la comida chatarra

Después de largos años de estudios científicos han comprobado que la comida chatarra causa adicción; en otras palabras, es adictiva debido a los altos niveles de grasas, sal, condimentos o azúcares, así como numerosos aditivos alimentarios, como el glutamato monosódico que es un potenciador del sabor, o la tartracina, colorante alimentario.

Después de largos años de estudios científicos han comprobado que la comida chatarra causa adicción; en otras palabras, es adictiva debido a los altos niveles de grasas, sal, condimentos o azúcares, así como numerosos aditivos alimentarios, como el glutamato monosódico que es un potenciador del sabor, o la tartracina, colorante alimentario.  

Los doctores Paul J. Kenny, PhD. y Gene-Jack Wang, del Instituto de Investigación en Júpiter, Florida, durante tres años llevaron a cabo estudios en ratas en las cuales se demostró que el desarrollo de obesidad en estos animales coincidió con un deterioro progresivo del equilibrio químico de los circuitos de recompensa del cerebro. 

Los circuitos de recompensa del cerebro son un sistema funcional indispensable para la supervivencia ya que proporcionan la motivación necesaria para la realización de acciones tales como la alimentación (búsqueda de comida), la reproducción, el reconocimiento del peligro entre otras.  

Se demostró que cuando las ratas consumían alimentos semejantes a la comida chatarra en cantidades importantes, se desarrollaban hábitos alimentarios compulsivos semejantes a la adicción a las drogas, sobrecargando el centro del placer o de la recompensa. 

A medida que estos centros de placer del cerebro se hacían cada vez menos sensibles, aumentaron también los hábitos de sobrealimentación compulsiva de las ratas, lo que provocó que se volvieran cada vez más gordos. Los alimentos suministrados a las ratas eran a base de tocinos, salchichas, papas fritas, carnes grasa, pastel de queso, helados y otros alimentos de alto contenido calórico. 

A otro grupo de ratas se les suministró heroína y cocaína presentándose los mismos cambios que las ratas que consumieron la comida chatarra. Por añadidura, en un fenómeno de síndrome de abstinencia, cuando a las ratas se les suprimió la comida chatarra por otra dieta normal se negaron a comer muriendo en muchos casos de hambre. 

Los cerebros de las ratas cambiaron; al examinarlos investigadores encontraron que las ratas desarrollaron gradualmente una tolerancia al placer producido por la comida chatarra, requiriendo más alimento para sentirse satisfechas, comenzando a comer compulsivamente. Los cambios ocurridos en el cerebro fueron comunes a los encontrados con el consumo de cocaína u otro tipo de sustancias psicoactivas. 

Los Doctores Wang y Kenny advierten que si bien experimentos de este tipo no pueden aplicarse a los seres humanos, si arrojan una luz sobre la reacción del cerebro a comidas chatarra y su relación con la obesidad. 

Si bien los estudios han estado reducidos al ámbito científico, han trascendido a la opinión pública a través de artículos periodísticos. 

La reacción de los fabricantes de este tipo de comida o de los distribuidores no se hizo esperar, manifestando que tomaban estas investigaciones en una forma muy seria y que contribuirían a ampliar los estudios. Otras manifestaciones han ido más allá diciendo que nadie ha robado a alguien, en una crisis de abstinencia, para poderse comer una hamburguesa.  

Las investigaciones sobre comida chatarra y obesidad seguirán ya que el aumento de peso en la población grava en forma alarmante los presupuestos de salud. Tal vez, en un futuro, la comida chatarra salga de circulación y los distribuidores ofrezcan frutas y verduras. 

Credito
PABLO ISAZA

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