Consumo de alcohol y violencia

Pablo Isaza Nieto

En estas fiestas navideñas, y en general en todas las celebraciones, es común en nuestro país, leer en los medios de comunicación el resultado del excesivo consumo de bebidas alcohólicas expresado en riñas, heridos y muertes. Colombia tiene una de las mayores tasas de consumo de alcohol de América Latina así como de homicidios y violencias. Está acendrada en nuestro medio la cultura del alcohol. Basta leer crónicas de siglos pasados para encontrar narraciones de la ingesta de bebidas embriagantes como la chicha o el aguardiente de alambique artesanal, para cerciorarse que el alcohol hace parte de la cultura colombiana. Cultura, desafortunadamente de alcohol y violencia.

Científicos y no científicos por igual, han reconocido desde hace tiempo que existe una asociación en doble corriente entre el consumo de alcohol y el comportamiento violento o agresivo. No sólo el consumo de alcohol puede promover la agresividad, sino que la victimización puede llevar a un consumo excesivo de alcohol. Las cifras de estudios realizados en otros países demuestran cómo un individuo borracho puede delinquir: un ochenta y siete por ciento de homicidios se dio por personas embriagadas; un treinta por ciento de asaltos; un sesenta por ciento en asaltos sexuales; cincuenta y siete por ciento de hombres y veintisiete de mujeres en violencia conyugal y familiar y trece por ciento de abusadoras de niños. El cincuenta por ciento de las víctimas entrevistadas declararon que su agresor había estado bebiendo.

Efectos directos del alcohol: el alcohol puede alentar la agresión o la violencia mediante la interrupción de la función normal del cerebro, llevando a la persona a un estado de desinhibición, debilitando los mecanismos del cerebro que normalmente restringen comportamientos impulsivos, incluyendo agresión inapropiada. Por alterar el procesamiento de la información, el alcohol también puede conducir a una persona a creer que una manifestación normal de otra persona es una amenaza. Al mismo tiempo, una disminución en el razonamiento puede afectar la capacidad para evaluar riesgos futuros de una actuación violenta.

En cuanto hace a la fisiología de la violencia, aunque el comportamiento individual se forma en parte por el medio ambiente, también está influenciada por factores biológicos, por ejemplo hormonas, dirigidos por el cerebro. Las diferencias individuales en la química del cerebro pueden explicar la observación de que el consumo excesivo de alcohol puede promover constantemente la agresión en algunas personas, pero no en otras. Entre las hormonas, mensajeros químicos del cerebro, está la serotonina. Disminución de la actividad de la serotonina se asocia con aumento de la impulsividad y la agresividad, así como con el alcoholismo de aparición temprana en hombres.

En conclusión si la formación de la persona está influida por el medio ambiente, los niños colombianos están cercados por el alcohol desde el nacimiento. Además, nuestras autoridades no llevan a cabo estudios de salud y enfermedad mental en la población, dejando de lado lo que pueda suceder con individuos predispuestos al alcohol y la violencia. Tarea inaplazable que deberán acometer las nuevas autoridades de salud municipales y departamentales.

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