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Muchos de estos profesionales, tecnólogos o técnicos no tienen, ni siquiera, que desplazarse desde sus regiones para hacer parte de estas compañías, que pueden ser colombianas, multilatinas o multinacionales, porque permiten el trabajo remoto o desde casa. De hecho, cuentan con sofisticados sistemas de comunicación para que el personal, distribuido en distintos lugares del planeta, pueda trabajar como si estuviera en un mismo lugar.
En pocas palabras, la industria tecnológica representa una enorme oportunidad para aquellas regiones de Colombia que tienen problemas estructurales e históricos de desempleo. Pero ahí no termina la historia. El director del Dane, Juan Daniel Oviedo, recordó esta semana en BLU Radio que el sector de la información y las telecomunicaciones en Colombia generó en 2019 (o sea antes de la pandemia) más de 323.000 empleos correspondientes a personal de servicios de despliegue de redes inalámbricas, diseño de bases de datos y programación de aplicativos como medios de pagos digitales o comercio electrónico. De ese total, 43.900 empleos se generaron gracias al mantenimiento de infraestructura de telefonía móvil; en el siguiente año esa cifra creció en 10.000 empleos (probablemente por las inversiones en mayor cobertura de los operadores de telecomunicaciones).
Desconocer la importancia que el sector TIC tiene para la generación de empleo, ignorar las nuevas realidades del mercado laboral o, incluso, pensar en desarrollar una vocación económica para los próximos años en una región sin sintonizarse con el apetito que tiene esta industria es un error que puede tener altos costos para los territorios. De alguna manera esa situación es equiparable a aquella película de Netflix, titulada ‘No mires arriba’, y que reflexiona sobre cómo la sociedad a veces ignora lo importante para concentrarse en temas intrascendentes. Lo tecnológico puede resultar lejano, distante, imposible, utópico, incluso costoso, pero hoy es la alternativa vigente para que las sociedades más olvidadas rompan sus brechas sociales.
Por supuesto que se necesita una infraestructura mínima de conectividad y demás servicios públicos, educación, cambio de mentalidad y cultura, voluntad política, algunas habilidades TIC como bilingüismo o programación, recursos del Estado y si se quiere participación del sector privado, pero lo cierto es que se debe comenzar ahora porque ese tren del mundo 4.0 ya está pasando y puede que aquellas regiones que no se anticiparon se queden por fuera del viaje, lo cual sería una condena para las futuras generaciones.
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