La Calle: Contratación de obras

Durante la alcaldía del cambio de siglo se tomó la decisión de terminar con la nómina de obreros del Municipio.

Seguramente era una determinación necesaria, entonces, cuando también se optó por vender la maquinaria de la Secretaría de Infraestructura. Para encargarse del mantenimiento se optó por el modelo de la tercerización mediante contratos específicos, para tramos claramente delimitados.

Bajo el esquema eliminado, el Secretario de Obras (que así se llamaba) disponía de personal, equipos y materiales para atender de inmediato los daños que fueran de arreglo urgente, bien por su incidencia en las vías de gran tráfico o por la presión politiquera de concejales y demás personajes que medran al amparo de la administración municipal.


Hoy, el mantenimiento de las vías se hace en cumplimiento de las promesas del candidato Rodríguez Ramírez, hoy alcalde. Y también, de alguna manera, en las vías más transitadas, no porque un estudio cuidadoso y exhaustivo del estado de las calles haya señalado los tramos con mayores relaciones costo/beneficio, sino porque la opinión pública ha protestado y presionado más para la intervención de esos sitios, como la Quinta, la Octava y la Ambalá.


Hoy los mantenimientos se hacen mediante contratos cuyo objeto está claramente delimitado en cuanto al sitio de la intervención. Y eso está bien. Cuando hay zonas de la ciudad que requieren de una intervención específica en las vías, es claro que se debe suscribir un contrato de estos. De manera que el ganador de la respectiva licitación pueda, a partir de unos diseños previamente elaborados y técnicamente adecuados, poner al servicio de la ciudad todo el ingenio y la sabiduría aprendidas en la universidad, y realice y garantice todo el acopio oportuno de recursos como materiales, maquinaria y mano de obra, para que la vía quede en condiciones de “nueva” y sirva por largos años a la comunidad. Sin olvidar la práctica de sus propios sistemas de aseguramiento de la calidad para que los interventores, al verificar esa calidad, puedan recibir con tranquilidad la obra en nombre de los ciudadanos. Y, de todas maneras, ejecutar la señalización cercana y alejada de la obra, pensando en las personas que usarán tales señales y no en el mero cumplimiento de una obligación contractual.


Lo malo de este esquema es que no hay cómo atender emergencias. El secretario no dispone de un grupo al que ordenar el arreglo de un huequito nuevo, antes de que crezca y se haga costosa su reparación. Sugiero que existan contratos de mantenimiento sin sitio específico. No sé describir el objeto, pero seguramente el contratista deberá obligarse a mantener una cuadrilla, con equipos muy básicos de transporte y compactación, y deberá proveer los materiales para los arreglos. De manera que, si en la carrera Segunda con Novena, por poner un ejemplo, se comienza a desarrollar una falla de la vía, la administración la pueda arreglar con velocidad y oportunidad.


Otra cosa: Durante la protesta el lunes pasado por la muerte de un taxista, ¿dónde estaba la Policía para, por lo menos, poner algo de orden en los larguísimos trancones por la Avenida Sur, pasando por el centro de la ciudad y hasta el cementerio? ¿No era previsible la protesta?


Credito
JULIO A. LONDOÑO B.

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