Acueducto complementario – Fase 1

El acueducto complementario de Ibagué nos parece necesario, importante y urgente. También nos produce desánimo por el tiempo transcurrido desde que se tomó la primera decisión de construirlo, tiempo que se mide en decenas de años y que comprende hartas alcaldías de las elegidas mediante voto.

Recordamos que en el período de Álvaro Ramírez ya se estaban construyendo cosas allí. Y nos produce escozor y alarma ver las noticias sobre la contratación en ese proyecto.

En el gobierno del exalcalde Botero, se informó del costo de 25 millardos de pesos para tener el acueducto en funcionamiento para el año 2010 (hace como tres años, y ni asomo de que se termine pronto). Hay que aceptar que ya se compró la tubería, que no es la más barata ni la de mejores especificaciones técnicas, con esos recursos. En febrero de 2013, el Gerente del Ibal informó que la segunda fase del acueducto complementario, ubicado en Coello Cocora está en proceso de ajuste de diseños y que en julio se entregarán los estudios.

Supimos que el contrato por más de seis mil y pico millones de pesos para instalar el primer tramo de tuberías, se adjudicó con los diseños incompletos y es obligación del contratista de la instalación, elaborar los diseños faltantes. Se imagina usted, amable lector, ¿cómo serán esos diseños complementarios? No hay que ser Mandrake El Mago para creer que las nuevas soluciones no serán las más económicas para nosotros los ciudadanos, los dueños del Estado, sino que serán aquellas que hagan máximo el lucro del contratista. Para eso, basta leer la publicación de esta semana en EL NUEVO DÍA, en donde informan que quien está haciendo las obras de la primera etapa está pidiendo diez millardos de pesos, más, para obras complementarias e imprevistas en el contrato inicial de seis mil doscientos noventa y seis millones y con plazo que desde enero del año pasado era de diez meses, aunque ha transcurrido un año y un tercio.

Observemos que las pretensiones superan, por muchísimo, el máximo legal del 50 por ciento del valor que se puede adicionar a un contrato. Normalmente, un contrato de obra pública por precios unitarios se termina porque se agotó el plazo (que aquí ya ocurrió, a menos de que haya habido suspensiones de la ejecución o ampliación del plazo) o porque se agote el valor del contrato. Parece que lo mejor para el Ibal, la Alcaldía, la ciudad y los ciudadanos, es que ante las desmesuradas pretensiones del contratista, según las publicaciones de prensa, el contrato se liquide en el estado en que esté al cumplirse una de las dos suposiciones: Monto o plazo. Sin adiciones de obra ni nada por el estilo. Y que se contrate de nuevo, con diseños terminados y que se ejecute este nuevo contrato de manera simultánea con el resto de etapas del proyecto.

Otra cosa. Me alegré por la pintura de la Avenida del Ferrocarril, cuando señalaron los carriles hace pocas semanas. Hoy, con tristeza, ya los veo borrados. ¡Lástima!

Credito
JULIO A. LONDOÑO B.

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