Pensar en los ciudadanos II

Terminaba la columna de la semana pasada con esta frase: Bueno que sigan reparando las vías. Pero, con anticipación, programen las actividades de las obras pensando en los ciudadanos primero, en el clima después, y en las necesidades del trabajo, de último.

Es que cuando se acometen obras mayores en la ciudad, y en Ibagué una obra mayor es la reparación de cuatro cuadras, es imperativo que se piense en los habitantes porque para ellos se creó el Estado.

El Estado, representado por la Administración municipal, recibe recursos de los contribuyentes para prestar los servicios y construir las obras que resulta impráctico dejar en manos del esfuerzo privado.

La administración del Estado no nos proporciona cosas por la gracia del gobernante. No. Lo hace en su función redistributiva de la riqueza y como una obligación del administrador, en nuestro caso, del alcalde.

Y como no es una graciosa dádiva, la ejecución de obras públicas debe obedecer, primero y ante todo, al bienestar ciudadano. ¡Claro, alguna incomodidad ha de haber! Pero que sea mínima.

Para ello, es imperativo que las obras se diseñen y se programen en debida forma, con la coordinación necesaria con las empresas de servicios públicos y con los vecinos, y con la anticipación suficiente. Y que se hagan las previsiones de señalización de las vías alternas y, también, los arreglos de estas vías.

No se entiende, si no es porque el ciudadano les importa un bledo a la Administración y al contratista, que las obras lleven una semana suspendidas, si en este término hubieran podido arreglar los daños de la calle 11 y darla al servicio.

No se entiende, si no es a la luz de la improvisación, que se cierren las calles 10, 11 y 12 y la carrera Quinta, para arreglar un tramito de la carrera Cuarta. Y que, a su vez, la carrera Segunda siga siendo sitio de parqueo a lado y lado.

Con el facilísimo expediente de impedir, de verdad y con autoridad, el estacionamiento en la Segunda, se duplica su capacidad y, así, no tienen que cerrar el paso por la 10. Y si no dejan, de verdad, estacionar en la 10, se triplica su capacidad y no hay que cerrar la Quinta. Con un tris de sentido común, se logra que la ciudad funcione ordenadamente y sin interrupciones innecesarias.

Me pregunto, si en las concesiones de dobles calzadas pueden construir 200 kilómetros al año, o sea más de cinco cuadras diarias, ¿Por qué necesitamos meses para arreglar unas pocas calles?

Otra cosa: ¿Será muy difícil que tapen la zanja que hizo el Ibal en la Segunda con 18? Desde marzo, hace nueve meses, está interrumpiendo el paso fluido de vehículos que salen del Centro. Ya es tiempo del parto. Repárenlo, antes que sea necesaria una cesárea que corte por lo sano.

Credito
JULIO A. LONDOÑO B.

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