¡10 años sin Juan Luis!

Alrededor de la mesa familiar en la que de todo se solía hablar, y en la que por supuesto estaban incluidos niños y adolescentes, aprovechaba cualquier oportunidad Juan Luis para -con pasión y sencillez-, revelarnos la realidad social del país.

No sólo cifras, estadísticas y comparaciones salían a relucir. Era tal su optimismo, que no le permitía limitar sus conversaciones a enumerar descalabros y desequilibrios; por el contrario, lleno de entusiasmo, nos planteaba innovadoras soluciones. De su insaciable curiosidad nadie se libró… Hasta a los más pequeños y con el mismo interés, preguntó y escuchó. Realismo más optimismo, convirtieron nuestras conversaciones familiares en clases magistrales.

Sentados a la mesa nos sorprendieron con frecuencia alcaldes y funcionarios de los municipios cercanos a la finca familiar donde solíamos ir a descansar. La vocación de servicio de Juan Luis le impedía rechazar cualquier solicitud… Su sensibilidad y dedicación no le permitieron nunca “desconectarse” del devenir de los más vulnerables del país.

Desde pequeño fue un estudiante consagrado y con ideales claros: se convirtió en su obsesión estudiar, investigar, trabajar y trabajar, luchar por sus sueños, convencer y contagiar a otros de la necesidad y obligación de construir un país más equitativo y por lo tanto, mejor.


Cómo era de obstinado con la reducción de la pobreza, con la distribución del ingreso, con la calidad de la salud y de la educación, con el empleo y el desempleo, con la protección de los “viejitos”, como los llamaba él… La intensidad de su amor por Colombia y por su gente, llenó de energía su vida.


¡Cuántas batallas libró, pero cuánta satisfacción el deber cumplido le proporcionó! Disfrutaba hasta de los más duros momentos… Ambicionaba el poder para “poder hacer”. Muchos recordamos su afán, su desparpajo y acelere, cuando se empeñaba en sacar adelante sus proyectos. Arrollaba y desarmaba “el ventarrón” de Juan Luis con su informal personalidad.


Hoy veo que su tenacidad por hacer más consciente a su círculo más cercano, no ha sido en vano. Con el paso de los años, sus sueños e ideales, su preparación y su arduo trabajo, dejaron profunda huella en esos niños y jóvenes y también en sus hermanos. Al país le sirvió con entrega y compromiso, y a su familia -aun cuando escaseara su tiempo-, la abrazó con la calidez de su compañía y con palabras siempre oportunas, cariñosas y llenas de aliento.


El transcurso de los años consigue desvanecer el impacto y el dolor que acarrea la pérdida de un ser al que se quiere con el alma, pero no logrará nunca borrar al Juan Luis recio, inteligente, desparpajado, optimista irremediable y contagioso y siempre sonriente.

Credito
ÁNGELA MARÍA LONDOÑO DE LA CUESTA

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