Un viaje histórico

Santiago Martin

Pasan tantas cosas, no digo en una semana sino a veces en un solo día, que resulta difícil elegir una para comentarla. Por ejemplo, me parece que lo más importante de los últimos días ha sido la visita del Papa a los Emiratos Árabes. Sin embargo, los medios de comunicación han dado más importancia a su ofrecimiento para mediar en la crisis de Venezuela -tras la petición explícita del dictador comunista Maduro- o a la confesión por parte del Pontífice de que ha habido muchos abusos sexuales sobre monjas por parte de curas y obispos. Lo de Venezuela ha hecho que un diario español como El País, socialista y desde el primer momento partidario entusiasta del actual Pontífice, haya publicado un artículo titulado: “El cinismo del papa Francisco”, acusándole de proteger a Maduro, y concluyendo con esta frase, que resume también su sentir sobre el viaje a Emiratos: “En lugar de encubrir a los dictadores del Golfo, debería el Papa desenmascarar al de Venezuela”. ¡Qué cosas hay que ver! Los que antes le aplaudían ahora le llaman “cínico”. Siempre he dicho que sus peores enemigos son los que se presentaban como sus amigos.

En cuanto a lo del abuso a las monjas, eso ha llamado más la atención que todo lo que el Papa ha hecho en Abu Dhabi. No porque sea algo reciente, sino porque de “motu proprio” lo ha reconocido el Pontífice, en una de esas ruedas de prensa del avión, de regreso a casa, en las que da la impresión de que se padece lo que antes se llamaba “el mal de altura”, por las cosas que se dicen y las consecuencias que tienen.

En cuanto al viaje a Emiratos, no le han faltado tampoco las críticas, sobre todo por una frase del documento firmado por él y por los otros líderes que participaron en el encuentro interreligioso: “El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos”. Pero algo debía saber ya el Santo Padre sobre estas críticas porque en el avión dijo que él mismo había dudado sobre algunos aspectos del documento -posiblemente sobre este punto- y que consultó al teólogo de la Casa Pontificia, un dominico polaco, el P. Giertych, el cual le dijo que lo podía firmar. Como al propio Santo Padre, me cuesta ver la catolicidad de que sea la voluntad de Dios que existan religiones distintas, salvo que empleemos la distinción entre lo que Dios quiere y lo que Dios permite. Dios quiere sólo y siempre el bien, pero permite el mal, del cual termina por sacar algún bien, pues Él y sólo Él es el Señor de la Historia. Dios, por ejemplo, no quería la Segunda Guerra Mundial, pero la permitió. Si lo interpretamos así, se puede decir que la diversidad de religión sería algo que Dios permite, a la vez que ha mandado a los discípulos de su Divino Hijo que se esfuercen por dar a conocer el evangelio a todos los hombres y bautizarlos en el nombre de la Trinidad Santa.

Aparte de esto, que no es cosa de menor importancia, el viaje a Abud Dhabi ha sido no sólo un éxito sino un hecho realmente histórico. Se podría alegar que el otro firmante del documento, el gran muftí de la Universidad Al-Azhar de El Cairo, no tiene una autoridad efectiva sobre todo el islam, ni siquiera sobre el islam sunita, puesto que los Hermanos Musulmanes, que es un grupo terrorista, no le hacen ni caso, pero algo es algo. También se puede alegar que este gran muftí, el que ha firmado, se ha declarado partidario de matar a los que se conviertan al cristianismo; pero al menos con este documento se compromete a no pedir que se mate a los cristianos que no se conviertan al islam a la vez que condena el terrorismo islámico. En fin, que lo que se ha firmado no es ni mucho menos la panacea. Pero no querer ver un paso adelante en lo conseguido, aunque sea un paso pequeño, es negarse a ver lo positivo. Insisto, para mí al menos la visita a Emiratos ha sido un hecho histórico y creo que los que mejor lo pueden decir son los católicos que viven allí y que han podido disfrutar de un día de libertad de culto plena, aunque aún falte mucho para la libertad religiosa.

Ahora que hasta sus antiguos y más fervientes aduladores llaman “cínico” al Papa, me parece que debemos estar a su lado, no dándole la razón en lo que no la tiene -no somos cortesanos-, sino destacando lo bueno que hace y rezando por él, para que sea siempre dócil a la voluntad de Dios y no se deje llevar por sus simpatías políticas personales o por sus amistades peligrosas.

Fundador Franciscanos de María

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