Homenaje al Ejército

En el año de 1954 el presidente de los Estados Unidos Dwight Eisenhower proclamó oficialmente el día de los veteranos con el fin de “recordar solemnemente los sacrificios de todos aquellos que pelearon de manera tan valiente,

en los mares, en el aire, y en las costas foráneas, para preservar nuestro legado de libertad y consagrarnos a la tarea de promover la paz para que sus esfuerzos no hayan sido en vano”.

Este mensaje encierra un profundo significado: para apuntalar las victorias del Ejército en su tarea de proteger la constitución, la ley y la sociedad, esa misma sociedad debe reconocer con entusiasmo los sacrificios que se hacen a nombre de ella.


El mismo Eisenhower fue un testimonio de la veneración del pueblo americano por sus fuerzas militares, pues fue elegido como presidente luego de haber peleado en la II guerra mundial.


Acá en Colombia no hace falta que el pueblo aprenda a querer a sus soldados de tierra mar y aire, ese cariño ya se lo ganaron y se refleja en todas las encuestas, aunque quizá falten expresiones más explicitas de ese afecto.


El problema es que una minoría poderosa infiltrada en la justicia está abusando de su investidura para atacar a nuestro ejército de la manera más vil. El fallo contra el coronel Plazas es indignante, pues no solamente se condena a una persona sin la más mínima prueba, avasallando así al estado de derecho, sino que se conmina al Ejército a someterse a un acto de humillación pública.


Los enemigos del Ejército, es decir los enemigos de Colombia, conocen muy bien el sentido del pensamiento de Eisenhower, y lo utilizan a la inversa, a su favor; mientras el reconocimiento de la sociedad consolida las victorias de los ejércitos y los motivan a seguir luchando, los actos de humillación pública les quebranta su voluntad de lucha y los dejan expuestos a la derrota.


Yo tuve la fortuna de estar en las filas del Ejército como cadete y siempre he llevado en el alma el uniforme. Me honra hoy la amistad de muchos militares, desde generales hasta soldados profesionales, y puedo decir que allí he conocido a los mejores hombres que se puedan conocer por sus principios y abnegación en el cumplimiento del deber.


He conocido de cerca el drama humano que significa las derrotas que les inflige su peor enemigo, aquel frente al cual están inermes, que son esas ínsulas politizadas de la justicia que amenazan con deslegitimarla en su conjunto.


El encarcelamiento injusto de una persona por intereses ajenos a la administración de justicia en derecho es peor que un secuestro; en ambos se priva la libertad, pero en el primero se despoja la honra. Por eso voy con frecuencia a la cárcel a visitar al mayor Ordóñez, injustamente condenado a 45 años, es mi manera de rendirle un tributo de agradecimiento por sus innumerables actos heroicos y de significarle con mi presencia que su honra sigue incólume.


Estamos en deuda con nuestras fuerzas militares, es imperativo restaurar del fuero militar y atender al presidente Uribe en su propuesta de crear un tribunal especial que revise las sentencias contra ellos para poner fin a infamias como la del coronel Plazas o la del mayor Ordóñez.


Así mismo, propongo que, como en Estados Unidos, el gobierno proclame un día de los veteranos para honrar la memoria de los caídos y homenajear a aquellos que lo han dado todo por nuestra protección.


Abusar de la sumisión del Ejército más obediente que tiene América Latina a su constitución no es una buena idea. Por lo pronto creo no habrá ningún general del Ejército que acuda a la plaza de Bolívar a pedir perdón por haber salvado al estado de derecho en esos días aciagos de la retoma del Palacio de Justicia, mientras desde los balcones del palacio de Liévano los perpetradores del crimen contemplan exultantes su victoria postrera.

Credito
FRANCISCO JOSÉ MEJÍA

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