Un modelo de periodista

Tal vez la frase más precisa para definir el espíritu de la libertad de expresión la pronunció Voltaire en una época en que el antiguo régimen le censuraba su trabajo enciclopédico: “Estoy en desacuerdo con tus ideas, pero daría gustoso mi vida por defender tu derecho a expresarlas”.

La crítica sin censura es el antídoto que tienen las democracias contra las dictaduras, por eso es siempre el primer objetivo de los tiranos. Esa es la razón por la cual tiene un valor incalculable por sí misma, independientemente de si en ocasiones estamos o no de acuerdo con ella. Es así como quienes creemos que la vida solo vale la pena si se desarrolla bajo las libertades que emanan del estado de derecho, debemos de estar de acuerdo con Voltaire.

Estas reflexiones vienen al caso a propósito del retiro de Antonio Melo de la gerencia de EL NUEVO DÍA. Melo representa esa estirpe del buen periodista de quien Albert Camus diría que para serlo tendría que ser lúcido, desobediente, irónico y obstinado. De eso dio prueba fehaciente en sus años al frente de este diario, y fueron prueba también, con sus ataques viscerales, algunos de los que fueron objeto de su pluma, pues la obstinación solo cobra su significado cuanto se está en ambientes adversos.

La libertad de expresión no solo puede ser suprimida con la fuerza, en nuestro medio se emplea un método más sutil pero no menos efectivo: la dádiva a cambio del silencio cómplice o del elogio engañoso. Pero Antonio siempre fue inmune a esos poderes, convirtiendo así al periódico en custodio de la moral pública y construyendo para sus socios el activo más preciado que es la credibilidad, lo cual le permitió consolidarse como una empresa económicamente viable y único medio de prensa escrita a escala regional.

A Melo no se le puede juzgar por aquello que dijo, probablemente no siempre acertó. Lo que lo hace digno del reconocimiento de los tolimenses es que siempre dijo aquello en lo que creía, ajeno a cualquier influencia externa.

Las diferencias ideológicas y políticas se deben deponer ante ese valor superior que es la libertad de expresión, por esto, aunque reconozca en Antonio a un contradictor en las ideas, y acaso haya sido objeto de su humor mordaz, lamento su partida de la gerencia del periódico y espero que eso no signifique la ausencia de su voz crítica.

Le deseo muchos éxitos al Doctor Villarraga al frente del diario de los tolimenses, y espero, como entiendo que así será, que siga contando con las luces de Antonio para que la lucidez, la desobediencia, la ironía y la obstinación sigan siendo los principios rectores de este medio tan querido por todos.  



Credito
FRANCISCO JOSÉ MEJÍA

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