El TLC llegó, pero ¿el país sí se preparó?

Después de casi 10 años durante los cuales oímos toda suerte de argumentos y conceptos relacionados con los beneficios y perjuicios que la aprobación del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Colombia,

 traería a nuestro país y luego de una dura lucha diplomática liderada por la Presidencia de la República, la semana que termina nos deja un acuerdo firmado entre las dos naciones y unas grandes perspectivas que de saberse aprovechar impulsaran el desarrollo de nuestra economía.

Las quejas de quienes se oponían a la negociación de este tratado parten de la consideración de que la desaparición de las barreras arancelarias a muchos productos afectará la industria nacional, por cuanto los costos internos en muchos casos son más elevados y carecen de los subsidios de los que goza el sector agrario en el país del norte.

En algunos casos este argumento sigue siendo válido, dada la mayor competitividad que tienen las empresas dedicadas a la manufactura y la transformación en Estados Unidos y en otros ha perdido relevancia en virtud a que con motivo de la crisis financiera, el gobierno de ese país se vio en la necesidad de disminuir drásticamente o eliminar algunos de los subsidios que históricamente habían dejado por fuera del mercado algunas de las producciones del campo colombiano.

Lo cierto hoy, es que estamos frente a una inmensa oportunidad que se podría convertir en una amenaza en la medida en que nuestros empresarios no hayan aprovechado estos años de dilatada negociación para modernizar sus procesos y agregar el ingrediente tecnológico e innovador a sus sistemas de fabricación de bienes y servicios.

Países como China están haciendo desde hace un tiempo para acá mayor presencia en la región y no van a desaprovechar la ocasión para sacar partido de este convenio tan esperado por unos, tan atacado por otros y tan trabajado por el Gobierno, pero que puede haber llegado y en eso ojalá me equivoque sin que el sector privado hubiera reaccionado suficientemente.

No hay más tiempo para perder, sino queremos dar la razón a quienes critican vehementemente el arreglo logrado.

Por otra parte, el Estado ha sido inferior al reto y no tiene listas las vías y los puertos necesarios para el tránsito de un comercio incrementado. La rehabilitación férrea que uniría el Centro y el Sur del país con el Océano Atlántico sigue siendo una ilusión, las dobles calzadas están en su mayoría salpicadas por escándalos y qué decir de las vías secundarias y terciarias, hoy gravemente afectadas por las sucesivas olas invernales.

Ojalá el Aeropuerto de Flandes empiece a vislumbrase como un proyecto tangible y por fin el Ministerio meta en cintura a los concesionarios de vías que como la doble calzada Bogotá-Girardot están atrasando el desarrollo y mermando nuestras posibilidades en esta libertad de mercados.

Credito
MARCELA MEÑACA SABOGAL

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