Una semana de reflexión

Miguel Ángel Barreto

La decisión del Gobierno nacional de ampliar el periodo de cuarentena hasta el 26 de abril, necesario en la actual crisis por el Covid-19, se constituye en un verdadero reto en todos los aspectos sociales y económicos de la Nación.
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Sin duda, el panorama es complejo por el impacto negativo del aislamiento obligatorio en empresarios, trabajadores formales e informales y en todas las actividades públicas de nuestra sociedad.

No obstante, este esfuerzo y sacrificio requieren paciencia y perseverancia, pues lo que ocurra con el comportamiento del virus en las tres semanas siguientes será fundamental para que el Gobierno tome la decisión para continuar en cuarentena o establezca unos parámetros para comenzar a mover estratégicamente las actividades económicas que experimentan un freno brutal y peligroso para su futuro.

Sin embargo, estos momentos de ‘oscuridad’ que experimentamos todos los seres humanos, por la amenaza latente del coronavirus, que actualmente tiene su fase de expansión en todo el continente americano, nos debe llevar, en medio de esta pausa obligada, a retomar los valores familiares como refugio seguro y plataforma para sacar lo mejor de cada uno de nosotros para salir adelante y retornar en algún momento a la cotidianidad.

Con preocupación los medios de comunicación han venido registrando el ascenso de los casos de violencia intrafamiliar en esta época de confinamiento, siendo las mujeres las principales víctimas de violencia de pareja. Es evidente que la principal prueba de fuego es fortalecer la tolerancia, la capacidad para conservar la calma, abrir el diálogo y respetar los espacios de nuestros congéneres.

La familia ha sido el núcleo de la historia humana para sobreponerse a las guerras, a las devastaciones naturales, a la represión y ahora lo seguirá siendo contra esta pandemia. Precisamente este periodo atípico de Semana Santa nos debería conducir a la reflexión profunda y sensata sobre la importancia de la unión y el respaldo entre amigos, vecinos, compañeros de trabajo y familiares.

Con mucho acierto el papa Francisco en su bendición Urbi et Orbi, señalaba que en esta barca estamos todos y que igualmente esta tempestad nos amenaza por igual sin distinciones de género, raza o condición socio-económica. De hecho, los especialistas en el campo de la medicina vaticinan que mientras no se desarrolle una vacuna o un medicamento para combatir el Covid-19, tendremos que hacer uso del aislamiento social y tomar todas las precauciones sanitarias en la

vida diaria para salvaguardarnos de esta peligrosa enfermedad, que nos tomó por sorpresa y que seguirá modificando los estilos de vida conocidos.

Hoy la supervivencia de miles de seres humanos depende de los avances y las investigaciones científicas, pues en menos de tres meses este virus ha puesto en jaque la vida de la especie humana y toda la sociedad de consumo. Es evidente que ni la ciencia ni ningún gobierno imaginaban una emergencia global de tal magnitud.

Sin embargo, desde nuestra cuarentena en nuestros hogares es importante rescatar las características y valores fundamentales que nos fortalecen como seres humanos. Es momento, por ejemplo, de escrutar desde lo más íntimo el valor de la humildad para reconocer los errores personales e identificar el de los demás. En ese mismo sentido, caería muy bien abordar con nuestros familiares temas como el perdón y la generosidad.

Así mismo, mejorar patrones como el respeto a las personas, a sus opiniones, espacios y sentimientos y por ende, ser más justos y desprendidos, valores que hoy los padres no les enseñan a sus hijos. El afán de la vida diaria limita la compresión del otro, pero en estos momentos habrá que recuperar el sentido de la justicia, la equidad y la honestidad.

Vivimos un periodo muy complejo para la humanidad y tenemos que ser conscientes que solo venciendo la indiferencia, fortaleciendo nuestra inteligencia emocional y especialmente apoyados en la fe, podremos volver más fuertes a emprender nuestras labores y a seguir construyendo una sociedad que sea más equitativa y sostenible para las nuevas generaciones. Por el momento es perentorio realizar una profunda y reflexiva Semana Santa con Dios y nuestra familia. Seguramente el futuro inmediato nos exigirá más sacrificios y pondrá a prueba nuestra capacidad de adaptación a los cambios.

Miguel Ángel Barreto Castillo

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