Desayuno: Trabalenguas

En una época como la decembrina en que todo es alegría, parranda y animación; en que sale a flote ese sentido de solidaridad de algunos que piden el rescate a sangre y fuego de los secuestrados, siempre y cuando ellos no tengan familiares en esa situación;

en que hay derroche de millones y millones de pesos, por ejemplo en alumbrados, no importa que medio país esté bajo el agua; en una época, digo, en que el ambiente navideño invade los espíritus, uno no espera que el Presidente de la República, tan fino él hasta hace poco, ande hablando como lo viene haciendo.

En entrevista para la revista Bocas, el mandatario reconocía: "Yo era gago cuando llegué a Londres a los 21 años. Lo heredé de mi papá y mi abuelo, y me quité ese defecto a punta de disciplina". Pues parece que se hubiera aliviado del defecto y seguido de largo, porque últimamente se ha venido expresando en una forma, que no tiene nada que envidiarle a la de su antecesor.


Él dirá, como la sabiduría popular, que quien anda con lobos a aullar aprende, y está en lo cierto, porque seguramente fueron muchos los aullidos de ese lobo los que tuvo que soportar. Es curioso sí, que habiendo compartido tanto tiempo con semejante maestro, hasta ahora esté poniendo en práctica sus enseñanzas.  


Ala Juan Manuel, estamos enojadísimos contigo carachas, porque no es posible que un pisco como tú, tan chirriado y caballeroso, se haya dejado contagiar de la patanería y ordinariez de ese paisa guache. Si sigues así te va a tocar, como dice el borrachín de Lucho Garzón, ponerle termostato a tu lengua. Así han recriminado a Santos, sus amigos del Gun Club, las palabras que ahora le dio por utilizar.


Y es que de verdad, jamás de los jamases se había escuchado al Primer Mandatario diciendo que él no es ningún pendejo, en alusión a un comunicado de la guerrilla, o, maldita niña, para referirse a la oleada invernal que, por imprevisión de éste y los anteriores gobiernos, tiene muchos lugares del país convertidos en sucursales subdesarrolladas de la romántica Venecia. Y qué tal la frase que soltó en Villeta: "La paz hay que hacerla a las buenas o a las malas". ¿Se refería a la paz de los sepulcros, cuando hablaba de hacerla a las malas?


Otra salida poco afortunada fue la que tuvo ante representantes de los países miembros de la CELAC que, en un gesto de consideración y aprecio, ofrecieron hacer lo que esté a su alcance, con el fin de contribuir a aclimatar la paz en Colombia. A esa oferta, Juan Manuel respondió con cajas destempladas diciéndoles que lo mejor era que no hicieran nada, como si estuviera dirigiéndose a algunos miembros de su gabinete que, de todas maneras, es bien poco lo que hacen.


Puede que algo de la ramplonería idiomática de su antiguo jefe lo haya permeado, no obstante, y, aunque él no lo crea, lo que pasa es que Santos no ha superado del todo su problema de tartamudez, y por eso los colombianos no entendemos bien lo que dice. Por fortuna eso es fácil de solucionar sin llegar a los extremos de Demóstenes, que se echaba piedras a la boca para corregir el gagueo. El remedio consiste en repetir constantemente ciertos ejercicios de vocalización que, con seguridad, van a mejorar su dicción. El siguiente es apenas un modelo de esas prácticas, que bien podría realizar a dúo con Hugo Rafael, a propósito de las zancadillas que ciertos cizañeros le quieren poner a la relación entre ambos: Hay muchos descarriladores que nos quieren descarrilar, y aquel que nos descarrilare, buen descarrilador será.

Credito
EDGAR ANÍBAL MOLANO LOZANO

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