El Acuerdo de la Habana: Materiales para la paz

Ismael Molina

El 24 de agosto de 2016 será recordado en Colombia por haber sido el día en que las Farc y el Gobierno nacional lograron terminar un proceso para que esta guerrilla terminara su enfrentamiento armado con el Estado Colombiano y decidiera que la única forma civilizada de resolver los asuntos políticos es por medio de los votos y no de las balas.

Pero debemos insistir que ese acuerdo no es la Paz, pero da las herramientas para construirla. La Paz no se decreta, se construye todos los días desde diferentes acciones sociales, políticas y económicas y por muy diferentes actores, que van desde los armados hasta el ciudadano común. La construcción de la Paz la iniciamos reconociéndonos como ciudadanos de un mismo país, con sueños, responsabilidades y acciones, donde el respeto por las ideas y comportamientos de los otros es tan respetable y legítimo como el de nosotros; donde la diferencia no se resuelve con la agresión física o armada, sino a través del diálogo y la confrontación de ideas en el marco de relaciones civilizadas.

En el corto plazo, la construcción de la Paz requiere que los ciudadanos aprobemos el Acuerdo firmado entre el gobierno y la guerrilla, por medio de la refrendación de los mismos en el plebiscito que se citará, de acuerdo con los pronunciamientos del presidente Santos, el próximo 2 de octubre. Este corto plazo también implica la aceptación de las decisiones sobre la justicia transicional y de la Justicia Especial para la Paz, presionar para que todos los actores de este conflicto digan la verdad y tengan la disposición de hacer la reparación de las víctimas, de estar vigilantes para que la entrega de las armas por parte de la guerrilla se cumpla y no se convierta en la oportunidad para que otros grupos los ataquen y exterminen como sucedió con la Unión Patriótica en el pasado. Es decir, el corto plazo es el período para desarmar los espíritus y las manos.

En el mediano plazo, la construcción de la Paz, será el tiempo de ver como el guerrillero y el comandante de ayer se transforma en el hombre público que desde lo local, regional o nacional busca las soluciones necesarias para la sociedad, de conformidad con unas reglas establecidas en nuestra constitución política.

Es encontrar los caminos para que la participación social y política deje de ser una consigna y convertirse en instrumento que legitime la acción política. Ahí hemos de ver si el discurso contra la corrupción de los políticos tradicionales y por la construcción de una ética alternativa sobre lo público que ha enarbolado la guerrilla, se hace efectivo para que los recursos públicos le lleguen a las regiones y los grupos más vulnerables.

En el mediano plazo la guerrilla deberá demostrar que efectivamente puede ser una agrupación política y que su discurso se puede convertir en una opción de poder. También será el tiempo en que los políticos tradicionales demuestren que no son solo los manzanillos que ganan las elecciones, sino los hombres de Estado que la nación necesita.

El largo plazo es más complicado, pues corresponde a la necesidad de la construcción del escenario económico, donde nos jugamos el modelo de desarrollo que quiere la nación colombiana, donde se resolverá si la acción estatal en la economía solo debe servir para instrumentar las formas de acumulación que tradicionalmente hemos tenido y que desemboca en una sociedad con los niveles de pobreza, desigualdad y fragmentación económica y social que actualmente padecemos, o estamos dispuestos a aceptar y promover que el modelo de la propiedad privada y la libre empresa puede ser menos brutal y se asume que las oportunidades para tener una buena vida debe ser más democrática, que la propiedad puede ser menos concentrada, que el crédito no se quede solo para los ricos, que la acción estatal sirva para apoyar los emprendimientos de diverso orden en toda la geografía nacional, que los sectores de la industria, la agroindustria y la agricultura merecen mejores oportunidades y que la acumulación no solo es para mantener las tasas de ganancia del sector financiero y especulador. Es decir, es repensar una nación y una economía en favor de la gente y no solo del capital.

La construcción de la Paz ha empezado y por eso debemos apoyar el sí en el Plebiscito del 2 de Octubre.

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