Sobre la Reforma Tributaria

Ismael Molina

Economista

El Gobierno nacional, después de muchas precauciones, tomó la decisión de presentar su reforma tributaria por el empleo y la inversión, generando todo tipo de comentarios y logrando rápidamente convocar una fuerte oposición desde muy diferentes orígenes políticos y ciudadanos.

El primer punto que se debe dejar claro es que la reforma es inevitable y producto de la imprevisión de un equipo de gobierno que no leyó correctamente las señales de mercado que evidenciaban la finalización del ciclo económico de altos precios de materias primas y de comodites, que condujo a la caída de los precios del petróleo y de las exportaciones mineras que ha producido un hueco fiscal de cerca de 24 billones de pesos que se tienen que cubrir, si no se quiere que las finanzas gubernamentales entren en bancarrota.

La actual situación de las finanzas públicas es el subproducto de un modelo de desarrollo que no protegió ni promovió la industria y al sector agropecuario y que solo se concentró en la exportación de los productos minero-energéticos a costa del crecimiento y desarrollo del resto del aparato productivo nacional.

La inevitabilidad de la reforma tributaria, no implica que la única alternativa sea la propuesta por el Gobierno nacional. Cuando se produce un desequilibrio fiscal, existen dos partes de la ecuación: los ingresos y los gastos. El Gobierno nacional solo ha mirado la necesidad de generar nuevos ingresos, pero no ha dicho ni pío sobre el gasto.

Las prácticas utilizadas, no solo por esta administración, sino por los diferentes gobiernos del pasado reciente, de utilizar el presupuesto para generar “gobernabilidad”, por medio del establecimiento de partidas presupuestales muy similares a los auxilios parlamentarios, prohibidos por la Constitución Nacional, ha generado un fuerte crecimiento en el gasto, que se traduce en reiteradas acciones de corrupción, no se han tratado de desmontar ni se ha evaluado su efecto en los problemas fiscales y, tanto los parlamentarios cercanos al Gobierno como sus contradictores, han preferido mantener el silencio, pues no quieren ver restringidos sus “logros” y buscan que sea el pueblo el que pague por sus gastos.

Pero aún más, el modelo de subsidios montados por el Estado, para sobornar a los sectores populares, tan de moda en el Gobierno de Uribe y bien aceitado por el actual, es el gran responsable del incremento del gasto, que no contribuye con el empleo y crecimiento económico y son prácticas insostenibles para cualquier economía que quiera crecer y desarrollarse.

Un segundo punto que vale la pena reflexionar es la supuesta equidad en la reforma tributaria. El Ministro de Hacienda y el Director de la Dian, han insistido que su propuesta se inspira en el concepto de equidad en el tributo, de manera que quien más gana más paga, pero tal concepto lo han restringido a las rentas de trabajo y muestran que su objetivo es que los que tienen mejores salarios, paguen más, desconociendo que en la estructura del PIB, las rentas salariales solo representan poco menos del 30%, cuando las rentas de capital representan cerca del 70% restante.

Es decir, lo que se quiere es que el esfuerzo fiscal recaiga en los hombros de la clase media, los asalariados, mientras que los captadores de renta, llámese rentista del capital y la tierra o de los recursos naturales, se ven excluidos en nombre de las posibilidades de generar inversión y crear empleo.

Extraño concepto de equidad el aplicado por los citados funcionarios, donde los que más representan en el ingreso nacional se ven excluidos o sus impuestos disminuidos, pues a los empresarios les bajan la tasa impositiva del 43% al 32%, y al mismo tiempo a los asalariados les imponen tasas crecientes, pues un profesional o un microempresario que empieza a consolidarse como parte de la clase media, debe ser castigado y perseguido por haberse atrevido a pensar que con su trabajo y estudio tenían la posibilidad de hacer gastos “suntuarios”, como un computador o un celular para estar vinculado a las redes de información y modernidad que requiere el mundo actual. ¿Esa equidad nos sacará del atraso y nos permitirá ser un país más democrático, más incluyente y con mejores oportunidades?, o ¿será que no entendemos la equidad de que hablan los representantes del Gobierno nacional?

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