¡Un sueño llamado paz!

José Adrián Monroy

¡Al fin!, después de meses llenos de especulaciones y mitos acerca de lo que se acordaba en La Habana, el pasado miércoles 24 de agosto el presidente Juan Manuel Santos le dio a conocer al país los acuerdos definitivos a los que se llegaron después de varios años de concertación entre voceros del Gobierno nacional con la guerrilla de las Farc -Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-; ahora sí, se puede hacer un debate serio, objetivo y con argumentos, respecto de la posición que tomaremos los colombianos al momento de refrendar o no lo acordado.

Ya existe un documento que debe ser sujeto de todo el análisis necesario para que así, se pueda tomar partido por el Sí o por el No. En esencia, el acuerdo final plantea 6 puntos que pretenden acabar con años de conflicto existente entre las Farc y el estado Colombiano:

Punto 1. “Reforma integral rural”, Punto 2. “Participación en Política”, Punto 3. “Cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo y la dejación de las armas”, Punto 4. “Solución al problema de drogas ilícitas”, Punto 5. “Víctimas” y Punto 6. “Mecanismo de implementación y verificación”.

Sobre estos temas recae la responsabilidad de sentar las bases de una paz que satisfaga los deseos de todos los colombianos y que permita una paz estable, sólida y duradera; infortunadamente, hace falta mucho más para que exista una paz congruente con la realidad que afrontamos.

En el Tolima, por ejemplo, aún continúan las extorsiones; en municipios como Roncesvalles y Planadas sus habitantes conviven con un realismo-mágico, que por un lado los tiene soñando con la tan anhelada paz, pero deben despertar estrepitosamente cuando la extorsión toca de nuevo su puerta, ahora por cuenta de que se hace necesaria su contribución para la construcción del partido político de las Farc.

En Ibagué, la inseguridad junto con el microtráfico nos agobian día y día; todo esto sumado a la crisis nacional en la que se encuentra la salud, la falta de una eficaz política educativa y alimentaria, dan muestra de las situaciones pendientes por resolver, que no se pueden pasar por alto y que por ende generan escepticismo frente al proceso.

Por lo tanto, los invito, a que nos despojemos de los apasionamientos personales o políticos, a que analicemos con absoluta transparencia y honestidad la circunstancia que hoy tenemos enfrente y que nos convoca a tomar una decisión como país, a que se respete la opinión de los que están a favor o en contra, nuestro futuro depende en cierta medida de la decisión que sobre la paz se tome, no es necesario ponerle nombre y apellido a este proceso, no es la paz de Santos o de Uribe, es simplemente una opción que se nos presenta que no puede generar más violencia de la que por décadas hemos tenido que soportar.

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