Larga vida a San Juan y San Pedro

José Adrián Monroy

Llegó junio, y con él, un ambiente donde se respira un aire propio, el de nuestro folclore, haciendo que este mes sea sinónimo de alegría y fiesta. Desde su primer día, los colegios, empresas e instituciones celebran a San Juan y a San Pedro. ¿Pero cuál es el origen de estas fiestas?, ¿Por qué las celebramos? Y ¿Por qué, de esa forma?

Estas fiestas surgen como herencia de las costumbres españolas, producto de la fusión entre la celebración del solsticio de verano y las tradiciones religiosas Cristianas que conmemoran los días de los Santos Juan y Pedro que coinciden en el mes de junio.

En Nuestra ciudad, por ejemplo, los ibaguereños vestían sus canoas cargadas con los mejores frutos de sus cosechas y recorrían en desfile el río Combeima como ofrenda a San Juan. Posteriormente, en el año de 1959, Adriano Tribín Piedrahita tuvo la idea de darle cumplimiento a un Acuerdo municipal dictado por el Concejo, a iniciativa del edil Enrique Silva Cabrera: que ordenaba: “la realización de un festival folclórico de carácter eminentemente doméstico. Se trataba de estimular en Ibagué y en sus veredas nuestro versátil y característico amor por los valores tradicionales y autóctonos y nuestra inagotable vena vernácula, llena de música, de misterio y de colorido”.

Desde ese entonces, se celebra año a año y por esta época, las fiestas que identifican a nuestra región; Claro que no cómo se debiera, puesto que, desde hace un buen tiempo, el desorden como consecuencia de los excesos y la falta de una visión de proyectar el festival folclórico al nivel de las grandes fiestas nacionales ha hecho perder el interés de los ciudadanos y de sus visitantes.

Estos espacios deben ser aprovechados para convocar a un pueblo a expresar su sentimiento cultural a través de concursos de comparsas, de carrozas, de coplas y de pintura, donde los premios sean distribuidos en obras o servicios que requiera la comunidad.

Los eventos que desarrolla el festival folclórico no pueden seguir siendo cerrados, que sean al aire libre donde sea privilegiada toda la ciudad ya que ni el 10% de nuestros habitantes logra disfrutar de espectáculos como el festival de festivales, la coronación de reinas o el encuentro nacional del folclor.

Se deben propiciar un zonas de intercambios culturales que generen un epicentro de crecimiento profesional que le sirva a los artistas locales, que a su vez sirva de plataforma para atraer a los turistas con conciertos de grandes y reconocidos cantantes que ayudarían a rescatar la identidad desperdiciada que tenemos de ciudad musical, exaltando lugares que ofrezcan comida típica y así sacar provecho de nuestras raíces para lograr un desarrollo económico y comercial de la que se beneficiarían hoteles, restaurantes, bares, etc.

Parece que a quienes organizan estas actividades no les interesa explotar comercialmente el festival folclórico colombiano, que es un patrimonio de todos los ibaguereños y no de quienes manejan una corporación con su nombre.

Es un compromiso de todos preservar nuestras tradiciones, sin dejar de lado el enfoque de desarrollo que necesita la ciudad.

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