Dios y Patria

José Adrián Monroy

El 5 de noviembre de 1891, por el decreto 1000, siendo presidente Carlos Holguín Mallarino, permitieron crear la Policía Nacional, bajo la dirección del Comisario Primero de origen francés, Juan María Marcelino Gillibert.

En ese entonces eran 450 hombres, todos de buena contextura física que sabían leer, escribir y contar, sin antecedentes penales ni vicios, pero sí cultos y de buen trato. Fueron los primeros miembros de lo que hoy es la Policía Nacional, una institución que ha estado ligada a buena parte de la historia del país y que este año cumple 126 años de creación.

La Constitución política de 1991 la incluyó como parte de la fuerza pública de nuestro país, definiéndola como un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la Nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz.

Es precisamente esa la convivencia ciudadana y la paz, uno de los grandes retos que actualmente enfrenta la Policía Nacional; entendiendo que la sociedad presenta unos nuevos escenarios de conflicto en donde la seguridad de las personas y sus bienes, la tranquilidad social, la moralidad pública, la preservación del medio ambiente y de los recursos naturales se convierten en elementos esenciales para el desarrollo de los ciudadanos.

De acuerdo con los datos suministrados por Medicina Legal y solo por poner de referencia uno de los aspectos que perturba la tranquilidad de los ciudadanos, encontramos que los asesinatos ya no corresponden al resultado del enfrentamiento de la fuerza pública y los grupos al margen de la ley, sino por violencia interpersonal, situación que representa el 67,85% de las muertes de colombianos; esto, corresponde a la enorme intolerancia que refleja la descomposición social en la que hemos caído, encontrando en los sitios de esparcimiento como eventos culturales, de entretenimiento o deportivos, los lugares perfectos para matarnos por cosas insignificantes.

Por lo tanto, ahora y más que nunca, necesitamos policías educados, profesionales, que desmilitaricen su servicio, pero que, con autoridad, defiendan los derechos humanos y auspicien la cultura de la legalidad en una sociedad en la que todavía prevalece el reconocimiento al “vivo” porque el correcto es el “bobo”.

La seguridad no depende exclusivamente de la Policía, pero en ella depositamos la confianza que se debe tener ante la institucionalidad, ya que gracias a su labor se garantiza nuestra tranquilidad y sana convivencia.

Feliz cumpleaños a todos los miembros de la Policía nacional, que Dios los proteja en su arduo trabajo y que siempre defiendan los intereses de esta patria.

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