Villancicos

Algunos villancicos evocan el nacimiento de Jesús, a María, José, magos, nieve, pastores, ángeles, luceros, estrellas, burrito sabanero, tutainas, etc.

Otros, buscando purificar el espíritu y reforzar valores populares y religiosos, expresan sentimientos de sociabilidad, cordialidad y amor. Cada año, en diciembre, regresan  las mismas viejas tonadas. Son  cantadas en familia, con amigos y vecinos o escuchados, reiterativamente, en propagandas radiales y televisivas, mas no conocemos su origen.
 
Los también llamados cantos natalicios, son melodías campesinas de tradición oral europea, inspiradas en composiciones poético-religiosas medievales. El españolísimo villancico deriva de “villanos”, vocablo que hacía la diferencia entre comunes pobladores de una villa y sus nobles e hidalgos. Apareció en 1400, como cancioncilla en lengua vulgar basada en coplas y estribillo, igual al zéjel hispanoárabe, virelay francés o ballata italiana. Su autor más representativo fue Juan de Encina.
 
Buscando acercar  el pueblo a la fe católica, hacia 1500 la iglesia decidió introducir en sus ceremonias algunas melodías, entre ellas, canciones navideñas centradas en temas religiosos. Más tarde, a pesar que algunos estaban en desacuerdo, las destinó como responsorios en Navidad, Corpus, Epifanía, Trinidad, conmemoración de santos, etc. Razón que promovió composiciones más formales.
 
Italia también originó nina nanas natalicias. Inicialmente, fueron  populares sólo entre pastores sicilianos, sardos y napolitanos. En el  septentrión se empezaron a componer hacia 1600, las bergamascas y venecianas fueron las más prolíficas y reconocidas. Sin embargo, la más afamada fue la napolitana, “Tú desciendes de las Estrellas”, compuesta en 1787 por el obispo Alfonso María de Liguori.
 
A lo largo del 700, hubo preponderante influencia musical italiana sobre estas composiciones. Les imprimió estilo operático, recitativos, arias y hasta elementos teatrales, aumentando costos en ceremonias religiosas y, provocando efectos distintos a la contemplación divina. Por ende, tal exageración las hizo desterrar de la liturgia católica, la cual regresó al antiguo canto gregoriano y, la canción natalicia retornó a sus características populares.
 
Hoy, entre las más notorias están Jingle Bells, White Christmas y el Tamborilero. Pero, indiscutiblemente la más hermosa es Stille Nacht o Silent Night. Nació en 1818, con letra de Josef Moor y música de Franz Grubber, respectivamente, párroco y maestro de escuela de Barran, pueblito alemán. Carlos Mauraher, constructor de órganos tirolés, la llevó a oídos de los Trazer, fabricantes de guantes que cantaban ofreciendo su producto entre Austria y Alemania. Éstos advirtieron que reunían más auditorio interpretando “Canción del Cielo”, como fue bautizada sin conocer sus autores.
 
La melodía atravesó fronteras como la más perfecta y única canción popular navideña jamás aparecida. Y, no es otra que “Noche de Paz, noche de amor, todo duerme en derredor. Entre los astros que esparcen su luz, bella anunciando al Niño Jesús, brilla la estrella de paz”. Ojalá los colombianos podamos ver muy pronto esa misma estrella de paz.

Credito
AMPARO MARGARITA MORALES FERIA amargarita8@hotmail.com

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