Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 9, 41-50

Jhon Jaime Ramírez Feria

«Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros».

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús

 

Meditación

¿Cómo debe ser nuestro trato con los pequeños y excluidos? ¿Qué significa pertenecer a Cristo y evitar el escándalo? ¿Por qué el llamado de Jesús a ser sal para el mundo y artesanos de la paz? Tres actitudes nos sugiere la Palabra de Dios hoy: ser limpios de corazón, decidir hacer el bien para no escandalizar y aportar para la construcción de ambientes pacíficos en todos los ámbitos de nuestra vida.

Jesús acoge y se pone del lado de los pequeños, asumiendo su defensa e insistiendo en el “imperativo no negociable” del trato digno con cada persona, al punto de presentar que cada vez que lo hicieron con uno de estos pequeños a él lo hicieron (cf. Mt 28). Él no se identifica con quienes ostentan poder y abusan de la autoridad sino con la vulnerabilidad de la persona humana y nos dice: “ustedes me llaman ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes”. No es una sugerencia, un “si lo quieren hacer”, es un mandato que corresponde a la esencia del camino cristiano: se hace necesario ser limpios de corazón para poder acercarnos a cada persona con respeto y valoración.

De ahí que escuchemos una de las sentencias más fuertes de Jesús al hablar del escándalo y el daño hecho a los pequeños: “mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar”. Ser escándalo, es decir, ser piedra de tropiezo que corrompe el corazón y el buen camino, no puede tolerarse; y ¿por qué tanta severidad? Como lo hemos señalado ¡Quien hace algo a ellos, lo hace a Jesús!

Entonces, Jesús exige ser radical en la opción por Él y su Evangelio; es el mensaje de las expresiones “cortar la mano y el pie, arrancar el ojo”. Hay que decidir a tiempo, no hay que permitir que en el corazón se consienta la mínima intención de causarle daño a un “pequeño” porque el mal causado a ellos no sólo es escándalo, sino que deja a la persona en una situación de muerte, es decir, sin Dios; es lo que significa la expresión “gehenna (infierno) donde su gusano no muere y el fuego no se apaga”.

En el reciente encuentro en el Vaticano el Papa Francisco, sin titubeos o salidas, hizo un sentido llamamiento a “la lucha contra el abuso de menores en todos los ámbitos, tanto en el ámbito sexual como en otros, por parte de todas las autoridades y de todas las personas, porque se trata de crímenes abominables que hay que extirpar de la faz de la tierra: esto lo piden las numerosas víctimas escondidas en las familias y en los diversos ámbitos de nuestra sociedad”. Y la inhumanidad de los abusos, continuó el Papa “es todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética. El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de satanás”.

Ahora bien, queda claro que pertenecerle a Cristo exige “¡Tener sal en nosotros y tener paz unos con otros!”. El evangelio no nos aísla ni nos lanza a la huida de la realidad; al contrario, nos inquieta en el compromiso personal y comunitario, es decir, en la tarea cotidiana que busca vivir la fraternidad, la solidaridad y la construcción de ambientes en los que cada persona viene reconocida y valorada en su dignidad.

Arquidiócesis de Ibagué

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