Toca fondo la Justicia

Iván Ramírez Suárez

Otra escena grotesca vivió la Rama Judicial en el Tolima esta semana. La oficial mayor del juzgado primero civil del circuito de Ibagué fue capturada e imputada de cargos por los delitos de concierto para delinquir, peculado a favor de terceros y prevaricato por acción.

La causa, en la que ya fue condenada la juez quinto penal del circuito de Ibagué, tiene comprometidos a otros jueces, abogados y empleados judiciales y es conocida como “el carrusel de pensiones” a la que se accedía o se conseguía un aumento mediante fallos de tutela.

La lista de jueces, fiscales y empleados de la Rama Judicial comprometidos en hechos delictuales con ocasión de sus funciones sigue abierta y hace parte de un oscuro episodio de la historia del Tolima muy difícil de ocultar.

Está reciente aún el otro “carrusel de las pensiones” que lideraba el tristemente célebre magistrado Henry Villarraga, como otros de no menor valía como el peculado por el cobro ilícito de títulos judiciales, el acoso sexual y laboral a subalternos, la negociación de libertades o sustitución de medidas de aseguramiento que tiene encartados o huyendo a celebridades de la justicia criolla, o las reuniones en el hotel Ambalá para concertar preclusiones o archivos de la Fiscalía bajo el sistema escritural, para mencionar solo unos casos más.

Y otras tantas sinuosas actuaciones que tras bambalinas a dúo o a coro se escuchan en los pasillos del Palacio de Justicia y que hacen referencia a la torcida forma en que algunos jueces interpretan y aplican las normas que regulan el Sistema Penal Acusatorio colombiano.

Debería tener sus mentores el valor civil o la virilidad suficiente para denunciar con nombre propio a quienes ocultos bajo el manto de su cobardía, siguen delinquiendo invocando la majestad de la Justicia.

La magistratura sana y limpia debe actuar sin compasión y demora. El colegio de jueces y magistrados, así como las organizaciones gremiales de funcionarios judiciales y abogados deben pronunciarse y adquirir compromisos serios y directos.

Se dirá como argucia que esto no solo ocurre en el Tolima. Que hasta en las Altas Cortes nacionales se sienten los aires de corrupción. Algo imposible de negar.

Pero nuestro deber nos obliga a evidenciar y hacer notar cada vez más este horroroso mal.

Así todo siga igual, como viene ocurriendo hace muchos años. Total, lo que ocurre en la Justicia no es la excepción de esta tragedia nacional, una tragedia de nunca acabar.

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