Tsunami azota a gobernador y alcalde

Iván Ramírez Suárez

Solo bastaron 100 días para que enormes olas políticas se vinieran encima de las administraciones departamental y municipal (Ibagué) al mando de Óscar Barreto Quiroga y Guillermo Alfonso Jaramillo Martínez.

Muy distantes política e ideológicamente como candidatos, el ejercicio pragmático del gobierno los acerca, hasta ponerlos en calidad de víctimas al tener que afrontar duras críticas y sindicación de deslealtades para con quienes fueron sus compañeros de viaje en la dura travesía que les permitió llegar al poder.

A Barreto, dirigentes del Centro Democrático le atribuyen traicionar los principios dogmáticos y coreligionarios del uribismo, por apoyar las negociaciones de La Habana con las Farc y próximos diálogos con el Ejército de Liberación Nacional en los que está muy comprometido el presidente Juan Manuel Santos.

A Jaramillo, la Marcha Patriótica y el Partido Comunista Colombiano que lo acompañaron como candidato respaldando un programa y proyecto político, le critican el desconocimiento a sus líderes como gobernante, la participación burocrática entregada a representantes de la gavilla que combatió y ejerció el poder en los últimos 15 años y el “tinte neoliberal” de su administración al pretender entregar a sectores privados funciones y servicios públicos.

Como si estuvieran buscando un punto de encuentro ideológico, Barreto se muestra elástico hacia las posiciones sociales del presidente Santos, mientras que Jaramillo quiere abrevar en el conservadurismo económico.

Lo que ignoran algunos es que desde la antigüedad los griegos definían la política asimilándola al dios romano Jano. El dios de las dos puertas, de las dos caras, para indicar que tiene períodos en que abre puertas y otros en que las cierra; muestra una cara, pero esconde otra. O mejor, una cosa es la política en campaña y otra muy diferente en el ejercicio del poder.

O como lo dijo el presidente Santos, quien como ministro y candidato del uribismo defendía sus tesis y ya como residente de la Casa de Nariño, optó por otras: “Es que el que no cambia de ideas es un idiota”.

Con razón o sin ella, los críticos no le harán mella a Barreto y Jaramillo y éstos han resuelto ser más prácticos que idealistas y sin mucho que perder en su travesía por este inesperado tsunami, pretenden ignorarlo y perseverar con unos claros objetivos electorales para 2018 y tratar de consolidar y sacar adelante un Plan de Desarrollo para el Tolima e Ibagué, que haga olvidar cualquier deslealtad hacia un sector de sus electores.

Coletilla: Es innegable que la salida del Director de Coldeportes y la no inclusión de Jorge Perdomo en la terna presentada a la Corte para la elección de Fiscal General tiene como condimento su silente actitud en el desfalco económico en las obras inconclusas de los Juegos Nacionales.

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