¿Maldición pijao?

Iván Ramírez Suárez

Cuentan los historiadores que hacia el año 1610 llegó de España un curtido y hábil militar para que presidiera la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada y exterminara a los bravos indios pijao que impedían la construcción del camino que de Santafé de Bogotá conduciría a Popayán, de gran importancia económica y militar para la época.

Don Juan de Borja se llamaba el comisionado, quien después de conocer la bravura y liderazgo que ejercía sobre la tribu el cacique Calarcá, optó por aprovechar la rivalidad existente entre coyaimas, natagaimas y pijaos, para sembrar la traición de la raza en cabeza del cacique Combeima, jefe de los coyaimas, para asesinar al caudillo y líder de los cojonudos pijaos.

Combeima cumplió su misión. Atravesó con una lanza a Calarcá, bajo circunstancias modales que aún son objeto de debate histórico, acabando con la vida del caudillo y produciendo como resultado la retirada hacia las empinadas cordilleras de los pijaos, que años atrás habían descendido habían descendido hacia el valle para forjar el poblamiento de lo que hoy conocemos como Ibagué.

Combeima, que se había convertido al cristianismo, fue bautizado por los españoles como Don Baltazar, casándose con una de las ibéricas, como parte del premio a su futura traición.

Este importante hecho histórico me fue brevemente recordado por un taita pijao que participa de la Minga indígena de Saldaña, como justificante de lo que él denomina “maldición pijao” y que no es otra cosa que el triste, maltrecho y hasta trágico fin que tienen las obras de importancia que se emprenden en Ibagué y el Tolima, derivado de la traición de Combeima sobre sus pares pijaos, según el relato del taita.

La cultura y cosmovisión pijao, reflejada en el indígena, atribuye a sus dioses, chamanes o malos espíritus, lo que las debilidades e indelicadezas humanas concluyen en desbordadas ambiciones, produciendo un grande inventario de elefantes blancos o monumentos a la corrupción, o como prefieran llamarse.

El velódromo Pedro J. Sánchez, primero mal remodelado y hoy destruido; el Panóptico o cárcel Municipal, sin terminar; el Triángulo Sur del Tolima, con más de 50 años de promesa de realización y aún inconcluso; el Parque Deportivo, hoy destruido; el Coliseo Cubierto, hoy semidestruido; las Piscinas Olímpicas, también semidestruidas; la clínica veterinaria de la universidad del Tolima, inconclusa y abandonada; el terminal de Melgar, uno más inconcluso; el monumento a la música, una estafa a los tolimenses; la nueva sede en Picaleña del Departamento de Policía Tolima, inconclusa; los apartamentos multifamiliares de El Tejar, sin agua; el acueducto alterno, inconcluso y abandonado; los apartamentos para periodistas, en líos jurídicos; los contratos del gobernador Delgado Peñón en la Edat; y tantas otras más que no alcanzo a recordar, hacen parte del maligno “predestinar de los dioses”, según el taita.

Obras inconclusas y proyectos frustrados que contradiciendo al pijao no son producto del hechizo o maldición alguna sino de la ambición desbordada y actuación corrupta de gobernantes y amanuenses que hemos elegido por acción u omisión y de sus cómplices, los órganos de investigación fiscal y disciplinaria, así como fiscales y jueces, que con su inactividad construyen una triste historia para la ciudad y el departamento que parece por ahora, muy difícil de acabar.

Habrá que hacer rogativas para que chamanes y dioses logren hacer lo que en lo terrenal no podemos conquistar. Es la única esperanza que nos queda.

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