“Me mató la Registraduría”

Iván Ramírez Suárez

Alberto, aunque siempre ha vivido en Bogotá, está ligado genéticamente al Tolima. Su padre nació en Guamo y vivió allí hasta que el amor se lo llevó a la capital de Colombia.

Desde muy joven se vinculó como ejecutivo de una compañía internacional fabricante de ascensores y por cumplir muy pronto los 60 años reunirá requisitos para obtener su merecida pensión de vejez.

Hace menos de un año su salud se vio afectada por un problema cardiovascular, lo que lo obligó a someterse a una delicada cirugía, de la que salió avante. Sin embargo, debe ir a revisión periódica ante los especialistas que lo han tratado.

Precisamente cuando cumplía el trámite rutinario de solicitud de cita médica a finales del mes pasado, fue informado por la EPS a la que está afiliado, que no se le podía prestar el servicio porque aparecía reportado en el sistema como fallecido, por ello estaba dado de baja del sistema de salud.

Para mayor claridad y verificación, la funcionaria administrativa de la EPS entró a la página de la Registraduría Nacional del Estado Civil y consultó el sitio o lugar de votación del titular de la cédula asignada a Alberto, la número 79.200.965, y el resultado fue “cancelada por muerte”.

“Señorita, me mató la Registraduría”, dijo enfadado, mientras se tocaba la cabeza con su mano izquierda. De inmediato, la auxiliar administrativa que lo atendía le leyó un aparte del texto aparecido en la consulta, que indicaba que en caso de algún error debía la persona acercarse de inmediato a las dependencias de la Registraduría más cercana.

De inmediato se trasladó al Centro Administrativo Nacional y en la misma sede de la entidad expuso el impase, reiterando que aparecer muerto implicaba no solo un delicado problema para su salud por los controles mensuales que debía hacer a su sistema cardiaco, a los que ya no tenía acceso por aparecer muerto y dado de baja en el sistema contributivo, sino los riesgos que se originarían para su libertad, ya que al ser requerido en un control de policía o de una autoridad de tránsito y constatar que la cédula con que se identifica aparece como titular una persona fallecida, le originaría la detención preventiva mientras se esclarece la real situación.

Su sorpresa fue mayor, cuando luego de tomarle los datos necesarios y dejar constancia de lo sucedido, los funcionarios del Registro Civil le indicaron que la verificación y solución del problema tardaría mínimo 45 días, por lo cual debería esperar.

Alberto aún se pregunta cómo y bajo qué circunstancias aparece muerto, si cualquier identificación de un cadáver, que no es el suyo, tiene que estar sometido al cotejo de huella decadactilar que tiene en el archivo la misma Registraduría.

Y además, cómo el mismo Estado pone en peligro su vida, por tamaño error, y tarde todo ese tiempo en enmendarlo.

Increíble que suceda en pleno siglo XXI.

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