Brutal ecocidio

Iván Ramírez Suárez

La hacienda El Carmen se ubica en Castilla, en Coyaima, Tolima. Su extensión inicial fue de 800 hectáreas y pertenecía a un integrante de la reconocida familia Pabón, propietaria de numerosos predios en este departamento.

Más del 50 por ciento de la hacienda lo conformaban los Humedales de Castilla, también conocido como Lagunas de Castilla. Una hermosa reserva forestal y ecológica que nutre con sus aguas al río Chenche, que divide a Coyaima y es parte de la Cuenca Hídrica del Alto Magdalena, una de las más importantes de nuestro país.

Para el pueblo Pijao, el río Chenche hace parte de su tradición e historia cultural y muchos caseríos y veredas del sur del Tolima han sido designados con su nombre en reconocimiento a las bondades que esta fuente hídrica da a diario a quienes viven en sus cercanías.

Con el fallecimiento de Ernesto Pabón Peláez, protector y defensor de estos humedales, por eso los conservó intactos y fortalecidos, la hacienda fue dividida en dos predios de 400 hectáreas cada uno, los que fueron adjudicados a sus dos grupos de herederos.

A inicios de este año, uno de ellos arrendó su predio a un reconocido cultivador de arroz de la región, quien en solo tres meses y utilizando maquinaria pesada y con la permisividad pasiva de la Corporación Autónoma Regional del Tolima, Cortolima, arrasó con la mitad de la reserva ecológica y nacimiento acuífero, para integrar ese lote a la actividad productiva del arroz.

200 hectáreas de bosque nativo alto compuesto de árboles de igua, caracolí, guayacán y yarumo, entre otros, que duró más de 300 años en formarse, fueron destruidas sin que la autoridad ambiental (?) haya intervenido para detener el ecocidio.

Lo más lamentable, es que ya advierten los habitantes de la localidad que el resto de bosque y humedal que sobrevive, más o menos 200 hectáreas, va a correr la misma suerte.

Esta práctica de destrucción ambiental, muy generalizada en el Sur del Tolima, se viene haciendo con el silencio y la sospechosa inactividad de Cortolima. Si alguien quiere recorrer el cauce del río Magdalena desde Natagaima y aguas arriba hasta el Huila, se podrá percatar de que varias haciendas han sido adquiridas por sociedades foráneas que no solo han destruido las áreas forestales contiguas a las riberas del río, sino que además han construido carreteras y numerosos e inmensos lagos que se nutren de agua por toma directa del río, para la cría y producción de peces, aparentemente para la exportación.

Para no mencionar la verdadera intención que a largo plazo guía a quienes una vez esté destruido el soporte ambiental y forestal del río, sacarán a relucir como alternativa económica regional, es decir la minería.

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