Discursos del odio

Colombia no es ajena a los discursos del odio, a propósito del conflicto armado de medio siglo, en donde nos hemos matado los unos a los otros por todo tipo de razones.

Hagamos un poco de memoria sobre el discurso del odio en la historia del último siglo.En Ruanda, donde fueron asesinados casi un millón de tutsis en 1984, la radio jugó un papel clave en ese genocidio.

Como era un país donde buena parte de la población no sabía leer ni escribir, la radio fue el vehículo ideal para deshumanizar a las futuras víctimas, a quienes denominaba como “cucarachas”. 

Por esa razón, los de Ruanda se conocen como “los medios el odio”, entre los que se destacaban la Radio Televisión de las Mil Colinas.Antes de que ocurriera el Holocausto de los judíos en la Segunda Guerra Mundial, Adolfo Hitler se encargó de preparar el terreno ante la opinión pública, a través de la radio, la prensa, los libros, el cine, la educación y los actos de masas. Hitler y sus cómplices llamaban a los judíos “parásitos”, “bacterias” y “peste”.

Gracias a ese discurso del odio, Hitler hizo matar a más de cinco millones de judíos, sin contar a los gitanos, los comunistas, los discapacitados y los homosexuales.

Años después, Álvaro Uribe, cuando era presidente de Colombia, haciendo gala de su elocuencia paisa, llamaba reiteradamente a la guerrilla como una “culebra”, pero al mismo tiempo hablaba de “seguridad democrática”, que se basaba, según él, en el respeto a los derechos humanos. 

En una ocasión, un alto funcionario del gobierno de Uribe llegó a decir que Iván Cepeda –cuyo padre fue asesinado por paramilitares y militares en Bogotá- fungía de víctima.

Más recientemente, un grupo que se hace llamar Águilas Negras distribuye panfletos donde llama “cerdos h.p.” a los de izquierda.

Me refiero a esos casos, a propósito de la reciente condena en contra de Salvatore Mancuso, máximo jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), por parte de la magistrada Alexandra Valencia Molina, de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá, que investigó todas las atrocidades cometidas por el Bloque Catatumbo de los paramilitares.

La magistrada se refirió al discurso el odio en Colombia y nos jaló las orejas a los medios de comunicación y al periodismo.

Pero la sentencia va más allá de esas quejas cuando le plantea al Congreso de la República que les prohiba a los funcionarios públicos que hagan uso de un “lenguaje ofensivo, violento o deshumanizador, cuando dichas manifestaciones tengan lugar en escenarios o por medios que permitan su difusión”.

Colombia incorporó a su legislación interna el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana de Derechos Humanos. Ambos instrumentos instan a los países firmantes a prohibir la propaganda a favor de la guerra y la apología al odio.

En su código penal Colombia castiga, desde 1999, la apología del genocidio, pero no la propaganda a favor de la guerra ni a favor del odio.

No sé si sea necesario crear otro delito en el Código Penal en este país donde tanto nos gustan las leyes, pero al mismo tiempo nos encanta violarlas.

Creo que contra los discursos del odio funciona más la responsabilidad de los periodistas y los medios que pueden negarse a difundirlos y validarlos, y una vigilancia más activa de la sociedad civil y de la opinión pública. Esa será la única forma de construir la paz y comenzar a hacer la tarea de la reconciliación.

Credito
HERNANDO SALAZAR PALACIO

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