Afán por la paz y por la guerra

Hernando Salazar Palacios

Muchos colombianos tienen un afán incontrolable porque la paz se haga rápido, “ya mismo”, como dice el comercial de una empresa que lleva paquetes a domicilio.

Cuando se iniciaron los diálogos con las Farc el presidente Santos dijo que él esperaba que el proceso fuera de meses, no de años. Pero ya llevamos dos años y cinco meses. Sin embargo, no lo culpo a él, porque hacer una paz seria, estable y duradera requiere paciencia y actuar con el cerebro, más que con las emociones.

Ahora, después de la matazón de militares por parte de las Farc en el Cauca y del incumplimiento de su promesa de tregua unilateral, los afanados por la paz y por la guerra están alborotados.

Y muchos salen a decir y a gritar que se le ponga un plazo en el tiempo a los diálogos de La Habana o que volvamos a la guerra sin cuartel.

Hasta el presidente del Directorio Nacional Conservador, David Barguil, salió por ahí a decir que este no puede convertirse en un “Estado dialogante” y que si las Farc no cumplen el plazo que hipotéticamente se les llegue a poner, pues que se acaben las negociaciones.

Y las Farc, haciendo uso de las mañas aprendidas en medio siglo de guerra, dicen con cinismo –como si no tuvieran velas en el entierro- que la culpa es del Gobierno y lo invitan a actuar con “cabeza fría”.

Entonces surgen quienes plantean que con ese tipo de torpezas políticas y militares, para mostrar los dientes y decirle al mundo que no están derrotadas, las Farc terminan siendo las mejores aliadas de Uribe y los furibistas, que se aprestan a conquistar el poder regional en las elecciones de octubre, para dedicarse a sabotear cualquier intento de construcción de paz.

Yo entiendo que muchos estemos desesperados con esta guerra, pero deberíamos ser conscientes de que la paz no se alcanza con ponerle plazos caprichosos a las negociaciones.

También veo que hay otros –que no son tan pocos como algunos ingenuamente creen- que quieren que la balacera siga, pero, eso sí, con los hijos de los pobres, no con los de ellos.

No sé si los energúmenos que salieron en Medellín a gritarle improperios a Santos, a quienes llamaron bellaco, o los que hacen circular por las redes sociales montajes donde muestran al Presidente como un títere de las Farc, han mandado a sus hijos a la guerra o están dispuestos a mandarlos.

Lo que deberíamos hacer todos, incluidas las Farc, es ver cómo asumimos nuestras responsabilidades y logramos sacar a este país del pantano en que nos metimos por cuenta de un conflicto que ha dejado más de 220 mil muertos.

Y sin que nos dejemos contagiar por la epidemia del afán, tanto las Farc como el Gobierno deberían entender que hay que destrabar las negociaciones, recuperar la confianza y no darle largas innecesarias al proceso que busca ponerle fin al conflicto.

Comentarios