La luz perpetua

Primero fue el escultor Edmundo Faccini quien trasladó sus obras en madera al cielorraso de sus sueños y dejó huérfano de imágenes al Cañón del Combeima.

La semana pasada Lucy Tejada y Carlos Ennio Naranjo fueron los tercos seguidores de su ejemplo. Cada uno por su lado resolvió también empacar sus pinceles, cartulinas, lienzos, lápices y colores para inundar el territorio del olvido con la huella perenne de sus obras.

Que no se lloren sus muertes sino nuestra incapacidad de mantenerlos presentes. Porque, en verdad, no han muerto. Si sabemos que uno se muere sólo cuando todos lo hayan olvidado, afiancemos entonces el recuerdo de su paso por nuestras vidas.


Ellos seguirán la ruta de la perpetuidad en múltiples símbolos y palabras e irán más allá de nuestro recuerdo porque cada uno de nosotros prolongaremos su obra en la memoria de los otros. Y así, hasta el infinito. Por eso es tan importante divulgar su legado, conservar y mostrar sus obras y no permitir que el musgo de los años se las lleve a los territorios indeseados de la ignorancia y el desconocimiento.


Lucy Tejada era natural de Pereira pero se crió en Cali y en ella edificó el edificio incalculable de su obra. Amenizó siempre con su vigor el trasegar del arte de su ciudad, fue alma y nervio de los años más notables del desarrollo cultural del país y trascendió con su trabajo el ámbito nacional. Nos conocimos en la década de los años setenta, cuando su hijo Alejandro Valencia, escultor, trabajó conmigo en Neiva.


Carlos Naranjo nació en Bogotá, pero después de recorrer por varias ciudades del país aquietó sus pasos en Ibagué y a ella se entregó con el alma puesta en el desarrollo cultural de la región. Registró con sus pinceles el paisaje tolimense y nos legó en sus caricaturas un tratado de la sociedad ibaguereña. Nos conocimos en los primeros años de este siglo por mis acercamientos a la Universidad del Tolima y mi relación con el maestro César Augusto Zambrano.


Los dos tuvieron el sello inconfundible que marca siempre a los artistas: la sensibilidad. Con ella desbordaron la ternura por su oficio, el tesón del artesano, la garra del creador y su amor por la humanidad.


Los dos compartieron la formación académica en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional y aunque la presencia de Lucy Tejada tuvo mucho mayor brillo por sus premios nacionales e internacionales, Carlos Naranjo logró con su sencillez inculcar en sus amigos y alumnos el título imperecedero de maestro.


Un título que no se le da a cualquiera.

Yo sé que la historia mantendrá vivo su legado.

Luz perpetua para ellos.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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