Aquellos abogados…

Se sabe que las grandes multinacionales farmacéuticas mueven millonarias sumas por los medicamentos que fabrican y muchas veces cometen irregularidades con tal de sostener en el mercado productos que alivian determinadas dolencias, pero son nefastos para otras partes del organismo.

Son incontables las demandas entabladas contra ellas, donde también se mueven cantidades de dinero de escándalo, y múltiples los juicios en los cuales se demuestran las capacidades de abogados y asesores para salir adelante con sus pleitos, eventos donde fácilmente se descubren especialistas y científicos sobornados, compra de testigos, jueces y magistrados venales y unas cuantas muertes.

Por supuesto que ante sumas tan cuantiosas, los apoderados de los demandantes y demandados conforman bufetes de abogados igualmente poderosos, capaces los unos de hacer estremecer los cimientos económicos de las multinacionales y las bolsas de valores o los otros de hundir en el fango del desprestigio a sus contrincantes.

He dicho varias veces que poco me gustan los “best-seller” pero “Los litigantes”, de John Grisham, me atrapó por la frescura de su narración, el humor de que hace gala en un tema tan serio y por la estructura de la novela.

Precisamente “Los litigantes” aborda el tema de las multinacionales que he esbozado al principio. Un medicamento contra el colesterol, el Krayoxx, genera una demanda inverosímil que un bufete inexperto de abogados en estas lides de gran calado tienen que afrontar.

Ese bufete en realidad es un despacho de dos abogados, Finley & Figg, especializados en accidentes de tránsito y en separaciones matrimoniales de común acuerdo. A él se agrega el abogado David Zinc, que ha renunciado a un prestigioso bufete para desembarcar con los dos socios en la aventura jurídica más impresionante de que se tenga noticia en ese barrio degradado del sur de Chicago. Y en el mundo financiero y científico, claro está.

Con razón nuestro Nobel García Márquez ha dicho que los best-sellers “están insoportablemente bien escritos”. Con esta novela de Grisham uno se pregunta si la facilidad de lectura que ofrece es mala literatura o si, por el contrario, a ese lenguaje llano y sin alardes le falta el toque artístico para que sea de la buena. Probablemente sí. Porque las otras cualidades como la claridad, el suspenso y la contundencia, las posee.

“Los litigantes” desnuda el trasfondo, la otra cara o la cara oculta, del ejercicio del derecho, el papel de la justicia como reguladora de la conducta de los hombres y la presencia de la ambición como motor de la sagrada búsqueda de la verdad.

Pienso que es una novela que debiera ser leída por los profesionales del derecho, por estudiantes y humanistas en general. O para personas como yo, que nunca seré uno de aquellos abogados.


Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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