Si el museo desaparece…

Benhur Sánchez Suárez

Fue inaugurada en el MAT (Museo de Arte del Tolima) una “no exposición” o, para decirlo en términos vanguardistas, un “espacio conceptual”, con el que se quiere que los ibaguereños se planteen el dilema de si debe existir un museo en la ciudad o si es un espacio que sobra y al desaparecer como centro cultural deba albergar, por decir lo menos, oficinas de los gobiernos departamental o municipal.

Las salas blancas y vacías, sólo habitadas por las huellas de las puntillas que soportaron obras en exposiciones anteriores, y una pregunta a manera de grafiti “¿Te imaginas a Ibagué sin museo?” buscan llamar la atención sobre la necesidad de apoyar las actividades del MAT para que continúe siendo el mejor centro cultural de la ciudad.

Triste que las precarias condiciones en las que se debate el Museo no llamen la atención de quienes, teniendo la posibilidad de darle los pulmones necesarios para que respire bien, no establezcan de una vez por todas los mecanismos legales que hagan fluir la sangre de la que requieren sus actividades y, de contera, los artistas de Ibagué.

Y es mucho lo que la empresa privada debe al arte regional.

El vacío en las salas del museo es, al mismo tiempo, un grito de protesta y un llamado para que aquellos que tienen las posibilidades sepan que su apoyo es un deber moral con la ciudad, con el bienestar de sus ciudadanos y con el futuro del país.

No es posible que siga reinando entre nosotros la cultura de la totuma, el insufrible calvario de la limosna para que funcionarios, generalmente mediocres, quieran hacer sentir su insignificante poder negando apoyo y haciéndose creer indispensables, como si fueran los dueños del futuro de la ciudad.

Y, bueno, por esas coincidencias que se dan en toda crisis, acabo de leer en la revista Arcadia el artículo ‘Entre el entusiasmo y el olvido’, de Fernando Escobar y Cristina Lleras, que atañe al comportamiento de los museos en Colombia, instituciones que navegan en la negación por falta del apoyo que, por obligación, debe suministrarles el Estado.

El artículo me ha ayudado a reflexionar sobre el tema de la agonía del MAT, cuya asfixia al parecer se debe más a la insufrible indiferencia de la ciudadanía que a la calidad de sus programas.

Claro que los museos deben, a su vez, replantearse su estructura, quitarse de encima el estigma de ser sólo habitáculos de cosas viejas, de memorias que cubre el polvo, para ser entidades dinámicas, así como articuladas con la sociedad.

Si el museo desaparece, retrocedemos en nuestro desarrollo, cimentamos la negación como norte porque no son el cemento, los centros de consumo ni las cantinas los verdaderos símbolos del progreso de una comunidad.

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