Las crónicas de Libaniel

Benhur Sánchez Suárez

La crónica ha sido para Libaniel Marulanda (Calarcá, 1947) un cotidiano ejercicio literario. Su más reciente libro, ‘Momentos memorables de militancia musical’, editado en la colección Biblioteca de Autores Quindianos, es una muestra fehaciente del buen uso del género para visibilizar aspectos culturales de su ciudad, la región y el mundo, de revivir épocas y descubrir falencias en el cambiante mundo de la música popular, con el lenguaje conversacional de todos los días.

No es la primera vez que Libaniel recurre al género para hacer presencia con sus conocimientos y lucidez creativa. Ya en 2010 publicó ‘Crónicas quindianas’, una recopilación de columnas periodísticas en las que despliega su conocimiento profundo de la región. También había dado muestras de sus capacidades narrativas con sus libros de cuentos ‘La luna ladra en Marcelia’ (1995) y ‘Al son que canten cuento’ (2007).

‘Momentos’ es también una recopilación de crónicas publicadas en varios medios, como El Espectador, La Crónica del Quindío o el Diario del Otún y algunos medios digitales. En ellas vuelven a estar presentes compositores e intérpretes que formaron generaciones como Daniel Santos, Carlos Gardel, Nelson Osorio Marín, entre otros, y cómo los contextos influyeron en su desarrollo o generaron, de alguna manera, la predilección y apego de una región a determinado género musical.

“La radio colombiana, al ignorarla (la música andina) la convierte en un producto “aut”, como los calzoncillos largos”, nos dice, por ejemplo, en una de sus crónicas, escritas con lenguaje cotidiano pero puesto en un orden que hace deliciosa su lectura, que emociona y logra ese auténtico revivir hechos y canciones, latentes en el sentimiento de los colombianos. “Aquello que no produzca plata las emisoras no la suenan”, afirma.

Por tanto, ese volver a poner en escena la música popular de la segunda mitad del siglo XX con tanta viveza y conocimiento es una enseñanza, adicional al goce enorme de su lectura.

Nuestras décadas aparecen ahí vivas para reconocerlas con intensidad de la mano de un guía sabio. Y no sólo revive el aroma de la música, sino también el aroma de la política y lo económico, porque ningún recuento histórico escapa a los contextos, como tampoco de la nostalgia. Y bastante carga de ella tiene el libro, más por cuenta del lector que del acucioso cronista calarqueño.

Felicitaciones a Libaniel, o Libanito, como le decía Roberto Mancini, el tanguero que le inspiró la crónica de su participación como ejecutor del tango, por este libro que no dudo en calificar de maravilloso, porque tiene tanto de nostalgia como de crítica aguda a la música popular actual y es una manera bien creativa de hacer visible una cultura musical cargada de poesía, hoy acorralada por la estridencia de la música comercial.

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