Historia contada cuatro veces

Benhur Sánchez Suárez

Contar cuatro veces una vida de diferente manera es un esfuerzo colosal, digno de encomio. Lo digo por experiencia. En los años 70 intenté una novela en la que se contaran cien versiones del mismo episodio. Pensaba titularla “Cien veces la misma cosa”, pero la ambición sólo me llevó a cuatro. Mi esfuerzo se concretó después cuando se publicó como “A ritmo de hombre”. Perdónenme la arrogancia.

Como dije, es un ejercicio monumental. Y en este esfuerzo se puede caer en el facilismo, en la palabrería inútil, en la acumulación de episodios por el sólo ejercicio de lograr el cometido.

Y claro, Paul Aster (Newark, 1947) estuvo al borde del exceso en su novela “4 3 2 1” o en la acumulación de páginas que sobran y no aportan a la historia y por tanto prescindibles, aunque se salven porque están muy bien escritas.

Hay que tener en cuenta que son más de novecientas cincuenta páginas en las que Auster intenta mantener el interés y sostener la atención del lector, casi siempre con la maestría que tiene en el manejo del lenguaje y el dominio de las situaciones y los escenarios. Por ejemplo, las pretensiones de ser escritor de uno de los cuatro y sus escritos insertados en la obra.

Dije uno de los cuatro porque Auster hábilmente nos entrega la vida de un personaje estadounidense contada cuatro veces, las vidas posibles de un hombre, que arrancan en 1947 y que copan gran parte del siglo XX.

Estas vidas se constituyen en el retrato del hombre del país del norte, desde su origen inmigrante hasta sus logros y sus excesos, sus decisiones y resoluciones en la sociedad contemporánea.

Eso la convierte en una novela ambiciosa, épica por decir lo menos.

Cambian en cada escenario las personas con las que se relaciona Archie Ferguson y los otros, pero en general las cuatro vidas se mueven en la clase social media, en unas avanza, en otras desciende, pero casi siempre en un barrio que se parece mucho así sea en una ciudad distinta.

El lenguaje en “4 3 2 1”, como en todas las obras de Auster, es un espectáculo en la narración de episodios, la descripción de personas y lugares, la conducción milimétrica del lector por los laberintos del espacio.

Puede decirse que esa maestría viene de aquellos rasgos autobiográficos presentes que le permiten dominar por lo menos una versión de su álter ego, de la cual se desprenden las otras. Como si, una vez revisada su vida, volteara la mirada en ese espejo gigante e intentara lo que hubiera podido pasar si hubiera vivido de otra forma, esas vidas posibles que aportan la ficción y la fantasía para deleite del lector.

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