Conciencia social

Benhur Sánchez Suárez

Difícilmente en Colombia se pueden conseguir el cumplimiento de nuestros derechos a través de la conciencia social. Es decir, que la sociedad, consciente de sus actos, logre defender sus conquistas para su bienestar sin necesidad de engaños. O conquiste beneficios para todos sin mirar solo los propios.

Los votos recientes contra la corrupción son un principio, pero la solidaridad sigue siendo un espejismo.

Como hemos dicho muchas veces nuestra sociedad se mueve a diario por el arribismo social. Siempre hemos vivido como algo que no somos o que soñamos ser. Por esta razón algunos han estudiado donde no han estado ni siquiera un día y han recibido títulos para demostrar conocimientos que no han obtenido. Hay quienes son pobres pero quieren demostrar que son ricos y muchos ricos que están afiliados al Sisbén y se lucran de sus auxilios. Hay quienes tienen impedimentos para ser elegidos y un pasado tenebroso y, sin embargo, son nombrados en altos cargos. En fin. Es la cultura del engaño. Vivimos la cultura de la simulación y de la hipocresía.

Hasta en los más pequeños actos cotidianos tratamos de sacar ventaja y ser más que los demás. Un turno para una cita médica, una cola en el banco para pagar un servicio, un trámite en cualquier oficina del Estado. Una copia en un examen de conocimientos. Un producto milagroso que no sirve para nada. Unos medicamentos falseados. Un licor adulterado.

Por eso difícilmente podríamos orquestar un movimiento en el que nos pongamos de acuerdo para conseguir un beneficio general. Por ejemplo, que no adquiramos determinado producto para lograr que no suba de precio o lo bajen o lo dejen como está. La mayoría accederá a pagar lo que pidan porque quiere aparentar que les sobran los recursos.

Una conducta solidaria entre nosotros es una utopía. El arribismo social siempre nos ha dividido y el fracaso de una protesta social de esta magnitud es contundente. Los que son lo que no son, van primero a tratar de sabotear cualquier campaña en este sentido para demostrar sencillamente que no tienen motivos para protestar porque son seres solventes y acomodados. Simulan un éxito que lejanamente podría ser suyo.

Por eso ahora, en la era del incumplimiento de promesas, las certezas se anulan con mentiras y la sociedad recibe el latigazo del engaño de esa clase dirigente que se empotró en el poder a través del cinismo y la mentira.

Y el que intente protestar o cambiar la realidad, que asuma su destino porque va a ser atacado sin misericordia, cuando no desaparecido. Y su historia será otro rostro sin nombre en el muro de nuestras ficciones.

Lo sabemos: a la solidaridad se le antepone la impunidad y a la sinceridad el olvido.

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