No es una novela más

Benhur Sánchez Suárez

Los últimos cincuenta años de nuestra patria han sido una historia permanente de desesperanza y dolor. Dolor y orfandad. Una indescriptible política de ambiciones personales que han sumido a Colombia en una noria gigante de destierros continuados, desplazamientos interiores, despojos, desprecio por la vida, indiferencia por el dolor ajeno y egoísmo hasta la saciedad.

Y, claro, con diversos nombres, la violencia cabalga en el lomo de nuestras desgracias impidiendo que el país avance. La violencia, que creíamos vencida, no se ha ido.

De alguna manera, la literatura ha tratado de registrar esta época siniestra, cuya prolongación de crímenes y truncamiento de ilusiones humanas han llevado al país al escéptico panorama del “ya no importa”, con un egoísmo que parece programado por el más allá. Desentrañar ese universo negro y difícil, aunque no es el papel de la literatura, es lo que percibo en la novela de José Martínez Sánchez (Aguadas, 1955) a la que él puso por título “Un adiós para Silvana”.

Una familia despierta al mundo. Silvana, la madre y abuela, sus hijos Esteban, Támara y Harold, los nietos Polo, Nana y Lito, resumen la Colombia que avanza y se desintegra en manos de una sociedad descompuesta. Hija violada y prostituida, hermanos caminando en el rebusque, el estudioso sacrificado por rebelde.

Es el color de los de abajo, no es el de los que mandan sobre la vida de los otros. Son ellos los que nadan en la adversidad y renuevan el periplo de los que salen de la vida rural y comienzan a luchar en el medio citadino. Medellín y sus barriadas.

Pero yo no voy a contarles la novela. Espero que la lean. Lo que sí voy a decirles, con base en mis percepciones, es que Jesús Martínez usa los recursos literarios con gran eficacia. Arma los planos narrativos (otros los llaman polifonía) con tiempos distintos y voces diversas, ya la primera persona, ya el narrador omnisciente de la tercera, todo para reconstruir esa historia familiar dolorosa, trágica, que es la historia colombiana en manos de asesinos y ladrones.

Una historia que desde abajo hemos ido construyendo entre todos, gústenos o no, con nuestra ignorancia, dejadez y conformismo.

Una historia repetida, vuelta a contar, pero con un lenguaje sugerente, claro y llano como un manantial que a veces se mancha de sangre pero fluye entre imágenes poéticas (“pensando en unos hijos que, según dice, la han metido en un olvido más largo que la espera”) e imágenes de una sociedad que no encuentra salida a su pobreza espiritual y material.

Son los logros de Jesús Martínez en esta breve novela, como lo puede constatar el lector después las 159 páginas, intensas, dramáticas, donde palpita en cada una, la vida.

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