No más miseria humana

Benhur Sánchez Suárez

Que los niños hoy en día en Colombia sean maltratados indica que somos un país enfermo. Y que las estadísticas, incluso las oficiales, espeluznantes por decir lo menos, nos demuestren que nuestra juventud esté inmersa en la drogadicción y el alcoholismo, la prostitución y la ausencia de valores, nos muestran que nos quedó grande el futuro.

Dos niños al día en nuestro país son maltratados, violados, asesinados o secuestrados y, mientras tanto, la sociedad cree que le apuesta al progreso, a la redención de la globalización con la despersonalización y la carencia de identidad, que agregará un maltrato más al futuro de nuestra niñez.

El maltrato ha llegado a límites insospechados. Comenzamos por obligar al niño a trabajar, quitándole toda posibilidad de formarse en la lúdica, que fortalece su imaginación y forma su carácter. Seguimos con permitir que depravados de toda laya los conviertan en objeto sexual, o que madres en el extremo de la pobreza, física y mental, vendan sus niñas para satisfacer sus necesidades.

Y estamos hoy con el agregado de convertirlos en objetivos para comerciar con ellos como si fueran el contrabando más obtuso que se le haya ocurrido a la mente más torcida y fanática de nuestra historia.

Con mentalidad de vida fácil avanzamos hacia un mañana sin futuro. Estamos formando seres sin ideales. Profesionales para el rebusque. Juventudes para la maldad y la vida fácil. Niños que serán los delincuentes del mañana.

Inmersos en el individualismo, que posibilita la realización existencial de unos pocos y la mentalidad mendicante y limosnera de la mayoría, vemos pasar el curso de la historia como si la tragedia fuera de otros, como si sólo fuera una película de truculencias espectaculares a la manera del cine norteamericano. Que cada familia afectada viva su drama. Que cada condenado por la suerte salga adelante como pueda, no importa que lo haga como delincuente.

En esas estamos. Al borde de la paranoia por culpa de un estado de cosas cuyas causas casi todos conocen o las sospechan, pero que no les estimula la más mínima propuesta de solución. Arrodillados ante el dios dinero, pocos van más allá de tener privilegios, acumular riquezas, comprar placer, así los niños sean el centro de depravaciones infinitas.

Algo habrá qué hacer, que no sea crear más instituciones mendicantes que suplan para su beneficio la obligación del Estado de preservar y garantizar la vida de sus ciudadanos.

Algo debemos hacer distinto al lavamanos vergonzoso de los que pueden. Algo que dignifique la existencia de los seres humanos y cree la esperanza de un mundo mejor. Algo que nos ilumine para que vislumbremos una salida de esta podredumbre cuya explosión será de proporciones inimaginables.

Es necesario que la sociedad reaccione ya.

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